domingo, 24 de marzo de 2019

Preciada libertad


“Cuán lejos tengo que ir para encontrarte a Ti, en quien ya he llegado”. Esto dice Thomas Merton.

Sé que viviré y moriré caminando y peregrinando, movida por mi sed. Y eso, aunque ya estoy al mismo tiempo en la meta y en el punto de partida. Mi esencia es ser buscadora y soñadora, y de eso se me ha regalado bastante.

Los locos por la causa divina no somos multitud, pero la vida no es cuestión de número sino de intensidad y de ilusión. La fe rejuvenece, porque libra de ataduras y nos da alegrías de niño pequeño, que no se pueden compartir con todo el mundo, aunque sí nos gustaría.

El abandono o desapego del que vive la fe contrasta con la vida esencialmente preocupada de la mayoría de la gente, siempre angustiada por lo que pasará. Si dejamos nuestros días en manos de quien ya están, nos relajamos y perdemos el miedo, entonces todas las locuras son posibles. Como la de sentirnos portadores de buenas noticias y querer propagar y contagiar nuestra nueva visión enamorada. Como la de querer vivir la vida conscientemente, en estado puro. Y también la bella locura de poder estrenar libertad cada día.

Este es mi poema a esa preciada libertad:



Esta noche me he encontrado

a mi libertad en una esquina,

me ha seguido la pista

para mirarme a la cara,

yo la he recibido con sonrisa ancha,

también la esperaba.



Mi libertad y yo

hemos estrenado un nuevo camino

y hemos arreglado una nueva casa,

hemos cambiado planes,

y alterado horarios,

para no tener que separarnos.



Es libre mi libertad

para atarse a mi destino

y perder profundidad,

y adentrarse en mi espacio verdadero,

que es mi anhelo.



Huye de seguridades

igual que si fueran cárceles,

vive libre de ataduras

y de bienes materiales.



Es amiga de la luz

y de lo sabio,

de la calma y el sosiego,

renueva mis energías

y hace grande mi tiempo.

1 comentario:

Fr. Simón dijo...

En Ti, en quien ya he llegado. Olé

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