Me gusta saberme heredera de una
tradición, de una genealogía, de una naturaleza milenaria. Saber que tengo
miles de años, que son los que han hecho falta para que yo esté aquí y ahora,
consciente de este momento.
Me da confianza la idea de un
Maestro interior que me guía y actúa en mí, toma la iniciativa y siempre busca
mi bien y me va descubriendo tesoros escondidos que están esperando que yo los
disfrute.
Eso me da una gran tranquilidad
porque yo soy humana, es decir, ignorante y frágil. Pero mi Maestro es Luz. Una
Luz que forma parte de mí, de tal modo que nunca me puedo separar de ella. No
somos dos.
Mi Maestro me espera en mi Silencio
interior. Me gusta adentrarme en ese terreno sagrado, que es mi gran
desconocido.
Me viene muy bien practicar la
escucha, con la meta de aprender a escuchar lo que no tiene voz:
- el cariño de las miradas.
-
la alegría de
existir.
-
la fuerza de
todos los que aman.
-
el
agradecimiento del corazón.
-
la emoción de
tantos encuentros.
-
el poder del
perdón.
-
la armonía y la
unión.
- la sabiduría de la naturaleza, que es mi propia
sabiduría, porque yo soy naturaleza.
Cada vez estoy más convencida de
que sobran palabras, de que es muy sano callarse y dejar expresar al corazón
del modo más auténtico: con gestos de bondad y ternura. Por eso es tan
importante aprender a escuchar lo que no se oye.
2 comentarios:
Sabía actitud, sabía.
Gracias Conchi¡
Publicar un comentario