“La
vida es corta, y por eso apresurémonos a regocijar los corazones de quienes son
nuestros compañeros en esta breve travesía. Démonos prisa en ser buenos.” (Amiel)
El camino de la bondad es el único
que nos lleva directamente a la alegría interior, y también el único que da
sentido a esta vida que es un gran misterio para todos nosotros.
Nuestros compañeros de viaje son
los más cercanos, los que más alegrías nos dan, y los que más nos llenan de
preocupaciones. También son todos los encuentros ocasionales, aparentemente
casuales, pero ya sabemos que no hay ninguna casualidad en esta vida.
Para allanar el camino de nuestra
interioridad hay que librarse de esas preocupaciones que tantas veces son
desconfianzas y egoísmos encubiertos.
Todos estamos necesitados de
palabras de paz y de ánimo, de mensajes esperanzadores, tenemos sed de ternura
y de buena acogida. Y eso mismo es lo que tenemos que dar a los demás,
“apresurándonos”, como dice la cita. Sin dejarlo para un mañana que solo existe
en nuestra imaginación, porque vivimos en un presente continuado, que es este
instante.
Darse prisa en ser bueno supone no
dejar para otro día el beso y el abrazo de hoy, mirar con ojos tiernos y
compasivos todo lo que sucede, disculpar errores, echar una mano a quien lo
necesite, bendecir cada momento vivido. Volver a ser inocentes como niños
pequeños en brazos de su madre y de su padre.
Supone estar invadidos por una emocionada
alegría, que nos brota de dentro, porque ya hemos tomado conciencia de esa perla
preciosa que llevamos en nuestro interior.
Esa perla, que es nuestro mayor
regalo, tiene un nombre que repetimos mucho, pero que a veces conviene ponerlo
con mayúsculas y subrayarlo, es LA VIDA.
1 comentario:
Aprovechemos este precioso y preciso momento. Gracias, Conchi, por hacernos caer en la cuenta. Un fuerte abrazo.
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