domingo, 2 de febrero de 2020

Feliz travesía


Hoy sé que aquello que toca mi corazón es para comunicarlo, compartirlo, decirlo a otros. Porque la Palabra pasa a través de generaciones, a través de cuerpos humanos. A través de mí llega a ti, a través de ti llega a mí.

Nunca se estanca, sino que se derrama, se difunde, se expande en un movimiento maravilloso y autónomo, que no depende de la intención ni del esfuerzo humano.

Estamos en un mundo perfecto, una creación perfecta, aunque nuestros ojos nos quieran hacer creer otra cosa.

La Palabra empapa la tierra, su acción es la única auténtica y se sirve de todos, por eso todos somos sus comunicadores y mediadores.

San Juan dice: “La Palabra estaba en el mundo y los que son del mundo no la reconocieron”. También dice: “De sus grandes riquezas, todos hemos recibido bendición tras bendición.” Eso que está escrito hace tantos siglos es de lo que estoy hablando hoy.

“Todos vamos en la misma barca, todos somos del mismo barro”, dice la canción. A todos, por el simple hecho de nacer se nos concede ser testigos de la luz con nuestra persona. Es un privilegio para todos, aunque algunos no se den cuenta y pretendan vivir de espaldas a esa luz.

Lo más importante de esta vida es gratuito, lo recibimos como regalo: ser testigos de luz, sembradores de esperanza, impulsores de sueños, saboreadores de paz. Todo eso hemos recibido y todo eso transmitimos.

Con esa ilusión nueva, que es la conversión de cada día, nos ponemos en marcha cada mañana, nos sumergimos en el ruido y el sinsentido, con nuestra pequeña lamparita encendida, y con el encargo de compartirla en todos nuestros encuentros. No siempre es fácil.

Feliz travesía y feliz llegada.

No hay comentarios:

El gran regalo

  Cuántas veces esperamos grandes cambios para sentirnos vivos y esperanzados: un nuevo año, una nueva amistad, un reencuentro, un viaje… Ol...