domingo, 30 de junio de 2019

Un salto de fe


“Procura no inquietar tu alma ante el triste espectáculo de la injusticia humana. Sobre esta injusticia verás un día el triunfo definitivo de la justicia de Dios.” (P. Pío)

No solo se nos inquieta el alma ante el triste espectáculo de la violencia en el mundo, de la incomprensión y la injusticia, sino también ante nuestros propios fracasos, incertidumbres, asuntos no resueltos o no bien gestionados, problemas de todo tipo en el entorno social y familiar. Quien nos puede hacer sufrir más es, sin duda, aquel o aquella que tenemos más cerca, con el que convivimos.

La cita del P. Pío vale no solo para las injusticias del mundo sino para cualquier sufrimiento humano. Sobre cualquier sufrimiento se alzará, y se alza ya, el triunfo de la misericordia y la ternura de Dios.

Para el creyente la certeza de ese triunfo lo es todo y le llena en cada momento de gozo y alegría, porque le da una fuerza imposible de entender para el que no tiene esa fe.

Ese triunfo del Amor Divino se da hoy, es presente, no puede ser de otra manera. No puede ser que en este momento no triunfe Dios, más tarde sí. Parece una locura decir esto, viendo el panorama del mundo y la situación tan difícil de tantas personas. Necesitamos mirar con otros ojos. Con mirada nueva. “Despierta, alma mía.”

“He venido para que tengáis alegría”, dice Jesús. Ahora, ya. No cuando se arreglen los problemas, cosa que es posible que no suceda nunca.

El tren de la felicidad pasa por nuestra vida en cada momento, podemos subirnos a él, o decir: hasta que no se resuelva esto, no. Siempre hay cosas por resolver: esa enfermedad, esa situación económica o emocional, ese desamor en el ambiente. Por eso, nunca estamos listos para subir al tren.

Al tren se sube dando un salto de fe. Diciendo: a pesar de todo, yo confío. Y lo podemos hacer ya, ahora mismo.

¿A qué esperas?

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