Me gusta caminar por la calle con
el corazón agradecido, viendo el cielo sobre mi cabeza y con mis raíces dentro
de la tierra. Me provoca sonrisa estar inundada de planes y saber que todos son
insignificantes y superfluos porque el Plan con mayúsculas ya lo cumplo con
cada latido mío sobre el asfalto.
Me gusta que me acompañen los
pajarillos con sus cantos y que me bese el aire en la piel y, sobre todo, saber
que me acuna la misericordia infinita de mi Padre/Madre. Esto último es lo que
me provoca mayor disfrute.
Me gusta el frío de la mañana, el
calor del mediodía, el cansancio de la noche, la eternidad de cada instante.
Me gusta el encuentro con otras
personas, la luz divina de las miradas, los abrazos y besos, y me encantan las
risas de los niños.
Me gusta saber que estás ahí, sin
que yo te llame, ni te merezca, ni entienda, y que para ti siempre soy
atractiva y bella, sin importar mis errores y equivocaciones. Siempre me amas.
Eso es un lujo sentirlo.
Me gusta lanzarte saludos, decirte
piropos, presumir de ti ante el mundo.
Me gusta trabajar para ti, ser una
hormiguita más en la fila, que intenta llevar sobre sus hombros su propia vida,
sus asuntos, que a veces pesan demasiado, y no le dejan elevar la mirada para
contemplar la estrella que le hace señales y le guía.
Me gusta haber pisado la tierra,
haber sido una criatura más, otro nuevo proyecto de Dios para el mundo.
Me produce satisfacción hacer un
rosario de “me gusta”. Creo que mi vida adquiere su auténtico sentido cuando
agradezco cada pequeño acontecimiento.
Recomiendo a todos hacerlo.
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