domingo, 16 de junio de 2019

Misión: Alegría


Precioso lema. Preciosa meta. Divino encargo.

Dice el Papa Francisco que cada uno de nosotros somos “una misión, un camino de santidad, un proyecto del Padre. Concebir la totalidad de tu vida como una misión, dejarte transformar y renovar por el Espíritu para que esto sea posible” (EG 23-24)

Se nos ha situado en un paraíso. Su significado original hace referencia a un jardín extenso y bien arreglado, bello y agradable. En la Biblia: vergel donde Dios coloca al ser humano.

Habitamos el lugar ideal para nuestro encuentro soñado, para nuestro crecimiento personal y espiritual.

La alegría, o el gozo, nos invade cuando nos damos cuenta de este precioso lugar, que nos permite servir al que es nuestro Alfarero y se ha convertido en nuestro Huésped, para que podamos hablarle de tú a tú.

Ese paraíso es el mismo Dios hecho lugar que acoge, potencia, consuela, llama. Nuestra alegría nos viene de experimentar esta llamada, cargada de ternura y fidelidad paterno/materna.

Una vez experimentado este encuentro, no podemos quedarnos quietos, tenemos que salir y comunicar, con nuestra misma vida, la buena noticia de que otro mundo es posible, y de que la alegría tiene que ser nuestro sello.

Esta sagrada misión requiere decisión, valentía, y una buena parte de locura. Porque no se estila en el mundo este arranque de gozo y gratitud.

La valentía y la audacia nos viene de saber que esta misión no es nuestra sino del mismo Dios que toma nuestra frágil materia para enviar un mensaje al mundo. Somos enviados, y se nos dan los medios necesarios, las palabras y los gestos precisos, la pasión y la fuerza que necesitamos para el camino.

Preciosa misión, que nos llena la vida y nos hace decir “gracias” en cada instante.

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