En el interior se cuece todo, en la
relación que mantenemos con nosotras mismas, en nuestra propia hondura. Ahí es
donde encontramos el terreno adecuado para tantos momentos felices, por
supuesto, también para lo contrario. Es un espacio donde todo cabe. Porque
podemos estar invadidas de basuras emocionales, nuestras sombras, nuestros
miedos.
Es muy complejo y también
complicado vivir, nada fácil para quien no se siente profundamente arropada y
amada. Para quien no se siente emocionada de formar parte del gran milagro de
la vida.
“Lo
que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. (Jung). Aceptar nuestras sombras, con ellas caminar,
salir adelante, y al mismo tiempo, ir poniéndonos medallas, decirnos cosas
bellas, animarnos a nosotras mismas, porque nos lo merecemos. Todas somos
resilientes, tenemos una innata capacidad para superar circunstancias difíciles
y buscar siempre nuestro propio equilibrio.
Hay una técnica de auto-aceptación,
que consiste en ponerse ante el espejo durante breves minutos y después decirse
cosas bonitas a una misma, cosas buenas que has hecho. Eso refuerza la
confianza. Sencillamente, se trata de mirarse y quererse.
Cada día tenemos el deber de cuidar
y mimar ese espacio interior sagrado, que es el que marca la diferencia,
apoyadas en nuestras buenas intenciones y en nuestra limpieza interior, también
llamada honradez. Todo lo que nos sucede tiene como objetivo ese saneamiento
constante. Y para ello es de gran ayuda la actitud positiva y de apertura.
Con esta actitud confiada, lo que
era complicado se simplifica, lo difícil se hace fácil. Pero esto se consigue
pasito a pasito, con aciertos y errores, siempre de la mano de quien nos guía y
nos ama. Porque yo me creo el mensaje que me llega por boca del profeta
Jeremías: “Yo estaré contigo para
protegerte”.
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