Con frecuencia rechazamos las cosas
que no nos van bien, las emociones negativas, el dolor, el sufrimiento. Nos
olvidamos que nada es azar, y que cualquier obstáculo que se nos presenta está
ahí para que sigamos creciendo. Y cuanto mayor es la dificultad, mayor es el
crecimiento.
Estamos en un universo de amor, que
se ocupa de darnos las ayudas, de guiarnos en este tiempo que ya es eternidad.
Nunca hay futuro, siempre presente. La creación tiene lugar en este instante.
Como estoy siendo creada ahora,
tengo todas las posibilidades y todas las oportunidades por estrenar. Mi
potencial es infinito, un universo amigo me está alumbrando. Si me siento
limitada es por mis creencias falsas y mis aprendizajes erróneos.
Una de esas creencias falsas es
pensar que lo principal es estar instalados en el éxito, sin problemas, sin
dolor, sin enfermedad, sin obstáculos. Esto como sabemos todos no existe para
nadie.
En nuestra sociedad nadie nos
prepara para el fracaso. “Está bien que
no estés bien”. Cualquier dificultad es como una brújula que te indica
dónde tienes que poner tu atención para que aflore lo mejor de ti mismo. Te da
una oportunidad para aprender a gestionar tus emociones y poder salir de tu
zona de piloto automático o de inconsciencia.
La consciencia, o la lucidez, es el
primer objetivo de nuestras vidas. Ser conscientes del privilegio de estar
aquí. Tener la suficiente lucidez para vivir agradecidos en cualquier
situación, favorable o adversa.
Dice el profeta Ezequiel: “Yo te he puesto como centinela del pueblo
de Israel”. El centinela no puede estar dormido, tiene que estar vigilando,
lúcido. Y para qué tenemos que vigilar, para que no se nos pase esa voz
enamorada que nos llama por nuestro nombre. Para poder ser testigos de su
Presencia.
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