Me sitúo ante las lecturas, los
libros, que he seleccionado con auténtico gozo, sé que voy a descubrir
mensajes, consejos, señales para mi camino, que van a ser justo los que me
hacen falta. “Un buen libro puede ser un
auténtico lugar de revelación”, dice Pablo d´Ors. Como sé lo que me espera,
lo paladeo anticipadamente.
No es necesario que todo lo que leo
me guste, me conformo con una frase, una idea, una sencilla palabra. Con el
paso del tiempo, esa palabra se me olvidará, pero pasará a formar parte de mi
torrente sanguíneo espiritual, y ya no seré más la misma que era, seré esa
persona nueva que siempre está naciendo, a la vez que llenándose de asombro.
Todas las palabras me hacen falta,
todas las comas, todos los puntos son necesarios para construir mi personal
historia sagrada.
No solo leo en los libros, leo en
la vida. Soy lectora, a veces compulsiva. Me alimentan frases, también gestos y
señales. Como soy despistada me admiro cuando, independientemente de mi
voluntad, todo se armoniza delante de mí, y siempre tengo las lecturas
apropiadas y también las circunstancias que me convienen. Y esto lo digo porque
tengo el chip puesto de que lo que me sucede es lo que me conviene. Tengo claro
que hay una voluntad de amor sobre mí, y sobre todos.
Disfruto leyendo, subrayando y
resaltando aquellos mensajes que son para mí y que son los que me hacen crecer.
Son perlas a mí destinadas.
Por eso, es una gozada mi encuentro
con los libros. Es como tener al Maestro en casa, encima de mi mesa, dispuesto
siempre a formarme, a ayudarme. Un Maestro que sabe lo que quiere para mí, él
me guía en esta oscuridad permanente. Yo leo, disfruto, me dejo llevar, me
emociono… y agradezco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario