domingo, 21 de abril de 2019

Lecturas


Me sitúo ante las lecturas, los libros, que he seleccionado con auténtico gozo, sé que voy a descubrir mensajes, consejos, señales para mi camino, que van a ser justo los que me hacen falta. “Un buen libro puede ser un auténtico lugar de revelación”, dice Pablo d´Ors. Como sé lo que me espera, lo paladeo anticipadamente.

No es necesario que todo lo que leo me guste, me conformo con una frase, una idea, una sencilla palabra. Con el paso del tiempo, esa palabra se me olvidará, pero pasará a formar parte de mi torrente sanguíneo espiritual, y ya no seré más la misma que era, seré esa persona nueva que siempre está naciendo, a la vez que llenándose de asombro.

Todas las palabras me hacen falta, todas las comas, todos los puntos son necesarios para construir mi personal historia sagrada.

No solo leo en los libros, leo en la vida. Soy lectora, a veces compulsiva. Me alimentan frases, también gestos y señales. Como soy despistada me admiro cuando, independientemente de mi voluntad, todo se armoniza delante de mí, y siempre tengo las lecturas apropiadas y también las circunstancias que me convienen. Y esto lo digo porque tengo el chip puesto de que lo que me sucede es lo que me conviene. Tengo claro que hay una voluntad de amor sobre mí, y sobre todos.

Disfruto leyendo, subrayando y resaltando aquellos mensajes que son para mí y que son los que me hacen crecer. Son perlas a mí destinadas.

Por eso, es una gozada mi encuentro con los libros. Es como tener al Maestro en casa, encima de mi mesa, dispuesto siempre a formarme, a ayudarme. Un Maestro que sabe lo que quiere para mí, él me guía en esta oscuridad permanente. Yo leo, disfruto, me dejo llevar, me emociono… y agradezco.

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