domingo, 20 de enero de 2019

Abrir y cerrar


Los días pasan vertiginosos, y nos damos cuenta que se nos escapa el tiempo de cuidar nuestro interior, de agradecer y hacer consciencia de lo extraordinario de estar aquí.

Una buena práctica que nos puede ayudar a pararnos es la de abrir y cerrar el día: por las mañanas abrirlo con una oración agradecida, por las noches cerrarlo del mismo modo, haciendo balance de todo lo ocurrido y agradeciendo.

Si no lo abrimos y lo cerramos conscientemente, puede ser que se nos pase de largo el milagro que supone cada amanecer y cada atardecer.

Todo lo que nos sucede tiene un sentido, vivimos en una eternidad de amor, disfrutémosla desde ya. Vamos a rastrear en todo esa Presencia amorosa que ha apostado por nosotros y a cada paso nos abre caminos de esperanza y de ilusión.

Que nadie guarde para sí sus dones. Es necesario el carisma y la luz personal de cada ser humano. Hacemos falta todos para que la composición final sea perfecta. Y no miremos si en algún momento no se ve esa luz, cada uno tiene su propio proceso y hay que respetarlo. Lo que depende de nosotros mismos, pongámoslo al servicio de los demás.

Ese punto de conexión diario al abrir y cerrar cada jornada es muy útil y valioso, a la vez que sencillo de hacer. Son dos momentos de ponernos en línea con aquello que nos trasciende y nos da sentido. Y si no sabemos cómo hacerlo se puede utilizar y repetir una única palabra: gracias. Es suficiente el agradecimiento.

La dificultad la añadimos nosotros mismos. Nunca se nos piden cosas difíciles, que estén fuera de nuestro alcance.

La fe nos allana los caminos, nos hace la vida más fácil.

2 comentarios:

Fr. Simón dijo...

La oración es la llave que abre el día y cierra la noche, escribió Gandhi

juanolas dijo...

La fe nos allana los caminos, nos hace la vida más fácil......
Que así sea¡ Gracias Conchi

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