Mis circunstancias me son dadas y
yo elijo mi actitud, y así se va formando mi camino, mi proceso particular y
único. Con la mezcla de lo que se me da y de lo que yo pongo.
Pero esta mezcla no es un acto
mecánico de 1+1=2, porque todo esto está dentro de la magia de la vida y del
misterio de nuestro origen, que es la fuente poderosa a la vez que bondadosa,
de la que en cada instante brotamos, y tiene todo el poder y toda la bondad.
Esa es una combinación mágica y perfecta.
Por su bondad infinita no dudo nunca
de que quiere lo mejor para mí y para todos y pone los medios para ello.
Ese manantial intangible e
indecible, lo experimento como ternura y armonía, y se me manifiesta en todo
cuanto toco, en mi universo más cercano.
Nos gusta meternos en vidas ajenas,
opinar sobre lo que debería hacer cada uno, pero no es ese nuestro terreno.
“Hasta que no se haya caminado 20 años en los mocasines de otro, no se puede
opinar de él”, dice un relato. Con esto se nos dice que imposible opinar de los
procesos vitales de los demás, con el nuestro tenemos bastante.
Mi objetivo es ganar terreno para
la confianza, abandonar los miedos. Porque cuando vivo confiadamente, se me
revela la belleza de la vida y veo el sentido a todo. Pero esto no se consigue
en un día, es todo un proceso. Es un trabajo continuo, una meta a alcanzar cada
día.
En mi proceso particular, recibo
un aluvión de ayudas, tantas que me dejan asombrada. Se suelen presentar en
forma de casualidades, pero como ya he aprendido que las casualidades no
existen, veo la mano benefactora en todo. Y me siento enormemente agradecida.
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