No importa lo que uno
hace sino qué amor se pone en lo que se hace. Cómo afronta uno los
acontecimientos, cómo encara las dificultades, esa es la guinda de la vida, lo
que hace que el pastel esté bueno y completo.
Se trata de salir nosotros
al encuentro de la vida, andar en todas las direcciones que nos marca el
destino, no estancarnos. Esto quiere decir no estar anclados sino despiertos y
con los sentidos alerta.
Eso incluye preguntar al
que está a nuestro lado qué es lo que necesita, incluso en lo económico o en
cualquier otro aspecto, cómo va de ánimo, cuáles son sus expectativas.
Es salir de nosotros
mismos, de nuestro ensimismamiento y comodidad. Hay otros a mi lado tan
preocupados o felices como yo, tan angustiados o esperanzados. Un ser humano es
básicamente igual a otro ser humano: tiene un nacimiento y una muerte o segundo
nacimiento. Y en medio hay un recorrido lleno de incógnitas caminando sobre una
preciosa Tierra.
También tenemos modelos
a imitar, faros encendidos para los que somos buscadores por naturaleza.
Cuentan que en las
condiciones terribles de los campos de exterminio, algunos compartían su pan y su
ayuda con los demás. Las circunstancias pueden ser las mismas, pero lo que
marca la diferencia es el amor, la pasión, el entusiasmo, la entrega que se
pone: es decir la buena energía que brota de nuestro interior puesta al
servicio de todas las vidas que nos acompañan.
No hay otro camino para
vivir, lo otro es morir, ser cadáveres caminando, porque si uno no ama está
muerto.
La actitud lo es todo.
Tú eliges cómo vivir. Conocemos personas siempre abrumadas por los
acontecimientos y también conocemos personas, menos, que deciden vivir en
positivo y les suceda lo que les suceda van a seguir comunicando
agradecimiento.
Dice Job que si
aceptamos lo bueno que Dios nos envía por qué no vamos a aceptar lo malo con
idéntica gratitud.
Los faros encendidos que
nos guían nos dicen: sigue el camino, todos tus pasos son necesarios, tus
errores también, no desesperes, solo agradece. Que no te impidan avanzar los
problemas.
Decía Gandhi: “Cuando
hay una tormenta los pajaritos se esconden pero las águilas vuelan más alto”. El
ser humano vuela aún más alto que las águilas, por eso es capaz de remontar el
vuelo ante cualquier tropiezo y vivir agradeciendo.
Siempre es buen momento
para revisar qué amor ponemos en todo lo que hacemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario