Dice Rodriguez Olaizola: “Proclama
la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprende exhorta. Me
pregunto quienes serán las personas que en mi camino estén esperando que yo sea
palabra viva para ellos”.
Ser palabra viva, o vivir como palabra pronunciada.
Hay un origen, hay una meta, y a los pequeños dardos encendidos que
somos nosotros, y que vamos de un lado para otro, se nos concede una sabiduría
básica para encontrar sentido en la cotidianidad, para remontarnos sobre
nuestras fatigas y, en cualquier lugar, a cualquier hora, poder levantar la
mirada hacia ese horizonte acogedor que nos llama por nuestro nombre y nos dice
que estamos en casa.
Muchas veces vamos dando tumbos como patos mareados, sin encontrar el
norte ni el equilibrio. Sin darnos cuenta de que podemos ser portavoces,
mensajeros de buenas noticias para los que se sitúan a nuestro lado en el
camino.
Ser “palabra viva” no significa tener que hablar, sino más bien vivir
siendo expresión de algo, para ello conviene que preparemos nuestro interior,
que lo adornemos con buenos deseos, armonía y paz, para que tengamos algo diferente
y motivador que ofrecer en este mundo cegato y protestón, en nuestros ambientes
alienantes y poco centrados en lo esencial de la existencia.
Siempre tenemos que estar vigilantes para que nuestro tesoro-vida
encuentre el mejor modo para resplandecer, para realizarse en su totalidad, en
plenitud, sin quedarse a medias. Y tenemos también la obligación de cuidar y mejorar
los tesoros-vida que nos rodean.
Hay mucha faena por delante. Faena apasionante y entrañable.
Aquel que pueda estudiar que estudie, el que pueda cantar que cante, el
que pueda compartir comida o manta que lo haga, el que pueda alabar con su corazón
que dé gracias por ello. El que pueda hacer más fácil el camino de los demás,
adelante.
Todo el que puede caminar con los dones recibidos, conscientemente y
gozosamente, ya es palabra de vida, porque no adultera sus capacidades ni su
corazón, porque refleja aquello para lo que ha sido creado. Y con eso ha
llegado a su meta.
No nos pongamos objetivos inalcanzables, no nos exijamos a nosotros
mismos retos imposibles, caminemos con lo que tenemos más a mano. No es tan
difícil vivir, si lo hacemos desde la sencillez y el agradecimiento.
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