Dicen los hasidim que “para el no
iniciado la senectud es el invierno; para el iniciado, es el tiempo de cosecha”.
Nuestros años de madurez pueden tener el
tiempo inclemente y frío del más puro invierno o ser una época de bonanza y de
abundancia de dones, de recogida de lo sembrado. De nosotros depende que sea
una u otra cosa.
Sí, el resultado depende de los
ingredientes que le pongamos a la vida. No puedes pretender recoger paz cuando
has sembrado guerra.
Muchas veces los mayores son marginados
en nuestra sociedad, porque ya no son guapos, ágiles, productivos, modernos. No
se aceptan sus consejos, porque se han quedado desfasados, anticuados.
Sin embargo, ellos tienen una
experiencia, una sabiduría adquirida, que nos puede ayudar muchísimo. Y además
pueden mantener su ilusión por la vida a la máxima potencia.
Es bastante difícil hacerse viejo en
nuestra sociedad, porque todos los esfuerzos publicitarios van dirigidos a
ensalzar a la juventud.
Es un poco bochornoso ir quedándonos sin
pelo, llenándonos de arrugas o viendo cómo nos crecen las barriguitas. Aunque
algunos logran alterar la naturaleza a golpe de gimnasio o de trasplantes, la
inmensa mayoría nos vamos quedando fuera de lo que la propaganda nos quiere
hacer creer que es el modelo ideal.
Se parte de la creencia errónea de que
uno es lo que tiene: posesiones materiales, buen trabajo, buenas relaciones
sociales, buen cuerpo.
Y cuando no tenemos esas adquisiciones
perdemos la aprobación social, no estamos en la onda de lo que más se valora.
Hay que hacer un esfuerzo para sacar de
nuestra mente esas informaciones erróneas, para no tener la sensación de que
vamos perdiendo sino todo lo contrario. Y que esta etapa de nuestra vida nos
lleva a experimentar una vida interior apasionante, como no hemos sido capaces
de tenerla durante periodos anteriores, o cuando éramos jóvenes.
La vejez es una época para disfrutarla,
aún en medio de los achaques de salud que son naturales, porque el cuerpo se
nos va gastando, porque somos cada vez más limitados físicamente, no en otros
aspectos.
Es una época de libertad. Hasta aquel
que está postrado en una cama, tiene el corazón más libre que nunca para amar y
también para recibir amor. Y esto no es accesorio, sino que es lo más
importante de la vida.
A la persona que cada vez está más
limitada por fuera, le crecen alas por dentro, porque entonces aprecia los
detalles de ayuda, compañía y cariño más que nunca, y va comprendiendo el
mensaje auténtico de la vida, que no es el éxito ni la acumulación de
posesiones sino el amor desinteresado.
Sin lugar a dudas, es un tiempo de
cosecha.
1 comentario:
QUÉ BONITO MAMÁ. Sin lugar a dudas una lección para la sociedad de hoy en día, que parece no ver ese tiempo de cosecha.
Espero poder verlo yo durante toda mi vida y trasmitirlo a mi familia como vosotros me lo habéis trasmitido a mí.
Gracias por tan valiosa enseñanza.
Te quiero
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