domingo, 13 de octubre de 2013

El calor de otros


Dice Ángeles Mastretta en uno de sus libros: “Hay veces en que uno necesita tomar prestado el calor de otros”.

Mi ilusión perdida puedo encontrarla en el corazón de una persona cercana. La solución a nuestras carencias se deposita a nuestro alrededor, de ahí podemos tomar prestada la energía que necesitamos.

No olvidemos que el amor más grande es nuestro aliado, por tanto en cada tropiezo nos aguarda un remedio.

Me gusta la idea del sistema de préstamos. Me gusta pensar que el calor de cualquier ser humano está ahí para cuando me hace falta a mí. Así mismo, la luz que sale de mí puede iluminar los pasos de cualquiera que ande desorientado.

El derroche de energía que se ha derramado en nuestros corazones es para algo. Para sanar.

He escuchado el relato de las personas ancianas que hacen el recuento de todas las ayudas que han tenido a lo largo de su vida. Es una bendición acabar así la estancia sobre la tierra, dándonos cuenta de que hemos sido amados siempre y especialmente en los momentos de dificultad.

Cuentan que un hombre soñó que caminaba por la orilla de la playa en compañía del Señor, en la arena de la playa se reflejaban las huellas de ambos. Después vio que en los momentos peores de su vida solo aparecían las huellas suyas. Fue a preguntarle al Señor por qué le había abandonado en esos momentos, y este le contestó: “Hijo mío, cuando pasaste por tiempos de prueba y sufrimiento, entonces yo te llevé en brazos”.

Para asumir esto solo necesitamos fe, que nos va a dar la visión necesaria para no quedarnos encallados en las dificultades. Nos va a ayudar en la aceptación del sufrimiento que acompaña a la vida.

“Donde hay fe hay amor, donde hay amor hay paz, donde hay paz está Dios, y donde está Dios no falta nada”.

Lo que más nos ayuda es tener conciencia de que en los momentos difíciles nunca estamos solos, somos sostenidos en “el pecho desnudo de la vida, oyendo los suaves y regulares latidos de su corazón”, que es otra manera de nombrar la presencia divina.

Esa dulzura que nos envuelve no se puede contar a quien no la experimenta, no hay palabras para ello.

El calor de otros es el calor de la vida y es la mejor de las ayudas, porque todos estamos ensamblados, funcionamos como un solo corazón.

En resumen, son los cálidos gestos de ternura los que mueven la vida y nos permiten caminar hacia adelante.

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