domingo, 6 de octubre de 2013

Si te gusta, dilo


La construcción de nuestra persona está en marcha, desde que nacemos, y desde que somos conscientes.

Somos una filigrana, cielos caminando, estamos hechos de sueños y de ilusiones, atraemos todo lo que de bueno circula por nuestros espacios. Somos imanes poderosos, energía que busca cauces de ternura y horizontes de esperanza.

Pero también podemos atraer cosas malas, adversas, con nuestra actitud pesimista, con nuestras rabias, enfados, celos, malas intenciones.

Para poder acceder a nuestra soñada plenitud tenemos que estar alegres, positivos, abiertos. No podemos ir por la vida eternamente disgustados, quejumbrosos. amargados.

La alegría es una conquista, la conseguimos a golpe de sonrisas o de carcajadas, a fuerza de optimismo, a base de buenas caras, con derroche de abrazos y besos.

Todos conocemos personas, en el trabajo o en el ámbito familiar que no expresan emociones, ni alegría, ni agrado. Que se pierden la sana espontaneidad de un encuentro gozoso con los demás.

Para conseguir este encuentro hay que decir opiniones positivas, alabanzas: “me ha gustado este discurso, esta comida, este gesto”. Verbalizar en voz alta lo que sentimos, para que se nos oiga, porque la gente no nos va a adivinar lo que nos pasa por dentro si no lo expresamos. Si te gusta, dilo. Tan sencillo como eso.

Yo he estado muchas veces comiendo con gente que no expresa su agrado por lo que come. Partiendo de que la inmensa mayoría de las veces comer es un placer, estar delante de manjares deliciosos y no decir ni una palabra, ahí falla algo, precisamente la expresión natural de nuestro contento.

Esa misma expresión de alegría ante una comida la podemos trasladar a un paisaje, un trabajo bien hecho, un buen examen, una estancia limpia y ordenada.

Todo esto se puede expresar en dos palabras: ser agradecidos.

Agradecidos con la persona que hace la limpieza de la casa, sea la propia mujer, o el marido, o cualquier otra persona. Es un trabajo que se agradece muy poco y es completamente necesario para la paz y la armonía del hogar. No se vive igual en una casa limpia que en una pocilga.

Expresar alabanzas hacia esa persona que se pasa horas poniendo las cosas en su sitio, para que luego vengan los hijos o los nietos a ponerlo todo patas arriba otra vez.

Esto es un ejemplo que se puede hacer extensible a cualquier ámbito de trabajo. Hay que agradecer en voz alta lo que otros hacen. Esta es una regla básica, imprescindible. No bloquear nuestras expresiones de afecto, de gratitud. No ser corazones insensibles.

Que nuestro motor principal sea el amor y todas sus maravillosas manifestaciones. Y que siempre seamos capaces de expresarlo con palabras y gestos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Me gusta!

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