Cuentan que cuando un carpintero estaba
a punto de jubilarse, su jefe le pidió que construyera una nueva casa. Como no
quería construirla, la hizo de mala gana, con los peores materiales, era la
peor casa que había hecho nunca. Cuando estuvo terminada, su jefe le dijo: esta
casa es un regalo para ti.
La moraleja del relato dice: construye con sabiduría, es la única vida
que podrás construir.
Cuántas veces construimos nuestras
jornadas con desgana, desatentos, distraídos. Sin darnos cuenta de que con todo
lo que emprendemos, construimos nuestro propio bienestar.
Por eso, haz de todo corazón cualquier
trabajo, cualquier actividad. Entrégate a fondo en lo pequeño, en aquello que
aparentemente no tiene importancia, en ese paseo, esa limpieza, ese rato de
ocio, o esa comida.
Disfruta del minuto en el que estás,
porque ese no se volverá a repetir, y nuestro trayecto es corto. Saborea lo que
aparentemente es rutinario, elévalo a la categoría de prodigioso; poder estar
aquí para contemplar la vida es un misterioso prodigio.
Es bien seguro que si el carpintero
hubiera sabido que esa casa era para él, habría hecho la mejor casa de su vida.
Así nosotros, si supiéramos que todo lo que hacemos es para nuestro bien, que
todo nos sirve en nuestro aprendizaje, nos espabilaríamos en estar al 100%
hasta en lo que es más insignificante.
Mima la actitud que empleas a lo largo
del día, inventa trucos para estar presente en lo que haces y para que de tu
corazón salgan sonrisas y no amargura. Lo que siembras ahora, lo recoges
después.
Esto parece una tarea sencilla pero no
lo es. Porque estamos acostumbrados a dejarnos llevar por los acontecimientos,
los vaivenes emocionales nos llevan y nos traen. Es muy difícil la estabilidad
si dependemos de lo que sucede a nuestro alrededor.
Tenemos que sujetarnos firmemente a
nuestra calma interior y desde ahí actuar. Que nuestro objetivo sea inundar de
bondad y ternura todo lo que hacemos. Da igual que lo agradezcan o no, que lo
vean o no. Actuamos para Dios.
Dice la cita de Colosenses 3,23: “Todo lo que hagáis, hacedlo de buena gana,
teniendo en cuenta que estáis sirviendo al Señor y no a los hombres”.
Como en el relato del carpintero todo lo
que construimos es para nosotros y para nuestro huésped divino, así es que no tomemos
a la ligera los encargos que nos llegan, las faenas que se nos presentan, los
minutos que se suceden, o lo que aparentemente no tiene importancia.
Todo importa para construir la preciosa
armonía de nuestra casa interior.
1 comentario:
Dar el 100% en todo lo que hacemos, por minúsculo que nos parezca. Todo es construirnos a nosotros mismos, y no podemos dormirnos en esa labor.
Te quiero mamá.
Gracias por enseñarme a construirme.
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