En realidad no hay
que hacer nada. A él le corresponde buscarnos y encontrarnos. Es nuestro ser
más íntimo, es sabio y bondadoso. Y le pertenecemos.
Vamos a dejar
nuestros quehaceres en sus manos, y tranquilizarnos, porque es verdad que
siempre vamos un poco agobiados, estresados, y hasta enfadados.
Somos obra de sus
manos, pensamiento de su sabiduría, suspiro de sus labios. No podemos estar tan
mal. Le hacemos un gran desaire, un desprecio a su labor si nos minusvaloramos
a nosotros mismos.
Nuestro lenguaje es
muy limitado, nos acerca de un modo insuficiente al misterio infinito. Las
grandes personas, también los grandes poetas, con sus intuiciones poderosas,
nos acercan a él. Dice Pedro Salinas: “Hay
que soñar despacio, nuestros sueños deciden como si fueran pasos”.
Pues eso, a ver dónde
ponemos nuestros sueños e ideales, dónde nuestras esperanzas. Son decisivas,
tienen fuerza y peso en nosotros. Nos mueven a hacer o no hacer, a sonreír o
no. A sentirnos bien o no tan bien.
En medio de un
paisaje maravilloso, de una creación inabarcable, está el ser humano, estando
dichoso o sufriendo, esos dos polos le pertenecen, son características que le
definen.
No nos encerremos
entre las paredes de nuestro sufrimiento, que no nos dejan ver más allá. No nos
perdamos la alegría de vivir y de sentirnos en relación con nuestro creador. No
desperdiciemos la oportunidad de agradecer, que cada día se nos presenta. Iluminemos
nuestro interior adormilado, y aprovechemos los minutos que van tan rápidos y
son tan nuestros. Nuestro tiempo es un regalo.
Sentirse amado es la
mejor de las terapias, es el más infalible de los tratamientos, el más eficaz
de los remedios. Y ante ello la respuesta más humana es la expresión de
agradecimiento.
Caminemos sintiendo
la ayuda y protección del amor, pero no nos obsesionemos con el cómo, dónde,
cuándo, qué. Dejemos el devenir de nuestras historias y de nuestros destinos en
manos de quien ya están. Y sigamos las indicaciones que nos señalan las
personas más extraordinarias en las que se ha derramado sabiduría para
trasmitirnos.
T. de Chardin nos
dice: “adora y confía”. Ese es el camino.
San Agustín nos dice:
“ama y haz lo que quieras”.
Estas son otras de
las intuiciones inspiradísimas. Increíble lo que esas pocas palabras encierran.
Todo un tratado de cómo vivir desde la propia interioridad. Y desde nuestros
anhelos infinitos.
Cuando nos relajamos
y aflojamos tensiones, vemos cómo la vida fluye intensamente y nos abraza.
Notamos la ternura de nuestro corazón, que es un remanso de aguas mágicas: lugar
entrañable, nuestro, de todos, cielo en la tierra.
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