Tengo una antena instalada en el centro
de mi corazón, por ahí pasan los mensajes y las palabras necesarias para
comunicarlos.
Yo voy orientando mi antena hacia todo
lo que me sucede, lo que leo y experimento, lo que me hace guiños desde el
infinito.
Soy buscadora, también profeta. Puede
sonar pretencioso pero lo que digo para mí lo digo para todos. Somos buscadores
y profetas, mediadores de milagros. Puede ser que muchos no lo sepan, yo sí lo
sé.
Me gusta ser profeta que habla a los
corazones hermanos, me gusta ser enviada de la Vida.
Puedo ser un poco “chulita” y presumir
de sentirme amada, mimada, potenciada al máximo. Cuando hago esto, de quien
realmente presumo es de Aquel que todo me lo da.
Me identifico con la oración que salió
de los labios de la Virgen: “Mi alma
alaba la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque
ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, desde ahora me llamarán dichosa”.
Buscadora, profeta, enviada, presumida y
dichosa. Me he pasado varios pueblos.
Tenemos mucha fuerza, mucha bendición,
en nosotros, que está demasiadas veces ignorada, sepultada por toneladas de
indiferencia y de visión pesimista. “Yo eso no sé, yo eso no puedo, yo estoy
limitada, yo soy torpe”.
Una de tantas cosas que me ha enseñado
la vida es que lo que quieras conseguir, inícialo tú. Yo antes esperaba que se
me diera, que se formara ese grupo en el que yo quería participar, que se
dieran las condiciones en las que yo estuviera mejor. Me dejaba apagar, no era
creativa.
Ahora dirijo yo mi persona, lo intento.
Y ante cualquier situación, de trabajo, de familia, de amigos, de casa, pienso
cómo me gustaría que fuera, y lo creo, no espero a ver si se da.
El bebé cuanto más mama, más leche saca
de la madre, del mismo modo, cuanto más sacamos de nuestra fuente interior, más
agua brota. Es importante el tirón que le demos. El impulso para hacer cosas,
nos lleva a hacer más cosas todavía y a descubrir el filón que está en nuestro
origen.
Orientemos nuestras antenas de tal manera
que siempre captemos las señales claras y sencillas que se han puesto ahí para
nosotros.
Seamos profetas en este mundo
conflictivo, no nos callemos nuestra alegría, pregonemos el paso de las divinas
aguas por nuestros ajustados horarios, por nuestra extrema pequeñez.
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