domingo, 22 de septiembre de 2013

Tengo una antena


Tengo una antena instalada en el centro de mi corazón, por ahí pasan los mensajes y las palabras necesarias para comunicarlos.

Yo voy orientando mi antena hacia todo lo que me sucede, lo que leo y experimento, lo que me hace guiños desde el infinito.

Soy buscadora, también profeta. Puede sonar pretencioso pero lo que digo para mí lo digo para todos. Somos buscadores y profetas, mediadores de milagros. Puede ser que muchos no lo sepan, yo sí lo sé.

Me gusta ser profeta que habla a los corazones hermanos, me gusta ser enviada de la Vida.

Puedo ser un poco “chulita” y presumir de sentirme amada, mimada, potenciada al máximo. Cuando hago esto, de quien realmente presumo es de Aquel que todo me lo da.

Me identifico con la oración que salió de los labios de la Virgen: “Mi alma alaba la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, desde ahora me llamarán dichosa”.

Buscadora, profeta, enviada, presumida y dichosa. Me he pasado varios pueblos.

Tenemos mucha fuerza, mucha bendición, en nosotros, que está demasiadas veces ignorada, sepultada por toneladas de indiferencia y de visión pesimista. “Yo eso no sé, yo eso no puedo, yo estoy limitada, yo soy torpe”.

Una de tantas cosas que me ha enseñado la vida es que lo que quieras conseguir, inícialo tú. Yo antes esperaba que se me diera, que se formara ese grupo en el que yo quería participar, que se dieran las condiciones en las que yo estuviera mejor. Me dejaba apagar, no era creativa.

Ahora dirijo yo mi persona, lo intento. Y ante cualquier situación, de trabajo, de familia, de amigos, de casa, pienso cómo me gustaría que fuera, y lo creo, no espero a ver si se da.  

El bebé cuanto más mama, más leche saca de la madre, del mismo modo, cuanto más sacamos de nuestra fuente interior, más agua brota. Es importante el tirón que le demos. El impulso para hacer cosas, nos lleva a hacer más cosas todavía y a descubrir el filón que está en nuestro origen.

Orientemos nuestras antenas de tal manera que siempre captemos las señales claras y sencillas que se han puesto ahí para nosotros.

Seamos profetas en este mundo conflictivo, no nos callemos nuestra alegría, pregonemos el paso de las divinas aguas por nuestros ajustados horarios, por nuestra extrema pequeñez.

Profetas que gritan al mundo que se sienten amados.

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