El quid de la cuestión espiritual
está en experimentar, sentir, vibrar con la buena noticia de nuestro nacimiento
a la vida divina. Este es un tema al que no se puede acceder por el estudio
sino por la degustación. Dice Algazel: “Cuánta
diferencia hay entre que conozcas la definición, causas y condiciones de la
salud y de la saciedad y que estés sano y saciado. O entre que conozcas la
definición de la borrachera y que estés borracho”.
Se trata de experimentar y
saborear nuestra participación única y extraordinaria en la obra de la
creación, no solo de analizarlo a nivel teórico, que también está bien. Teoría
y práctica.
Todo, lo que se ve y lo que no,
está entretejido con una materia indestructible. Todo está asistido por una
cantidad desproporcionada de partículas y bacterias que ayudan a la vida. Hasta
aquí una explicación teórica, científica, constatable.
Volviendo a la cita, eso sería el
conocimiento de las “causas y condiciones de la salud o de la borrachera”.
¿Pero, sientes que estás participando de esa vida inacabable? ¿Estás borracho
de emociones, de alegría por estar aquí? ¿Te sientes agradecido aunque no
comprendas absolutamente nada? ¿Sabes y sientes que eres una pieza del amor que
todo lo mueve?
Hay dos maneras de enfocar la vida,
una es sintiéndote tocado, embriagado por la espectacularidad y la belleza de
lo que te envuelve. Otra es viéndolo todo como normal e incluso rutinario.
Dentro de nosotros están esos dos extremos, ahí nos movemos, sentir o no sentir,
saborear o no, agradecer o permanecer indiferentes.
Todo nos habla, también los
objetos. Todo tiene algo que decirnos. En esa relación amigable hacia todo lo
que nos rodea está el secreto de nuestro sentirnos bien.
Esa es nuestra tarea: sacar agua
de las piedras. Nos hace falta atención a lo que queremos conseguir, o
concentración en lo que consideramos esencial: la vida como regalo. Saborear
esto es comenzar la borrachera de saberse amado y querer seguir bebiendo de ese
líquido que nos sienta tan bien.
En este caso, beber más no sienta
mal, sino todo lo contrario. No tiene efectos nocivos nunca, y lo que se gana
en este terreno es para siempre.
Para no perdernos en las
palabras: beber es amar. La vida no se basa en cosas sino en relaciones de amor
y compasión. Voy a observar la relación que tengo con mi familia, amigos,
vecinos y demás. También la relación conmigo misma y con mi creador.
Que todos alcancemos, con los
días que se nos han concedido, la magia de sentir y saborear la auténtica vida.
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