Considero
que mirar al horizonte es una fortuna, que contemplar el cielo de colores sobre
nuestras cabezas es una maravilla, que este cachito de universo que pisamos
está muy bien trazado y diseñado, y que todo lo que existe se ha aliado para
que yo viva y sueñe.
Considero
la vida un anuncio de esperanza y cada amanecer una nueva promesa.
Me
incluyo entre los que buscan y se dejan encontrar, dos acciones aparentemente
contrarias pero con el mismo significado.
Danzo
mi danza, vivo mis horas.
Y
levanto mi mano en la noche divina para decir aquí estoy, enséñame.
De
modo espontáneo me brotan sonrisas y abrazos. Y voy sembrando mi camino de
confianza.
Esto
es una declaración de vida o de principios. Con la que pongo palabras, imágenes
y rótulos en mi océano de luz. A mí me sirve para ser consciente de la suerte
que me acompaña, de la bondad que me guía.
Y
así lo comunico a la gran creación y a mi pequeño mundo, en el que soy parte
activa y enamorada.
Declaro
que me levanto por las mañanas abrazando ilusionada el nuevo día y me acuesto
agradeciendo los pasos y las enseñanzas de cada jornada.
Declaro
que el amor me ronda, me tira los tejos, va a por mí. Y eso me hace feliz.
Animo
a todo el/la que me escucha o me lee a poner atención a los detalles pequeños o
grandes en que la vida les demuestra su amor.
Les
animo a poner su mirada en la sabiduría verdadera que consiste en alabar y
cantar desde su lugar en la creación, desde su situación familiar, social,
laboral, personal. Ese es su templo, su santuario único y privilegiado. Es,
sencillamente, lo que se le ha concedido para acceder a la plenitud.
Que
podamos decir con el salmista: mi corazón está dispuesto a cantarte himnos, a
despertar al nuevo día.
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