Carlos Díaz en su libro “Soy
amado luego existo” dice que “cada cual
es tan infeliz como cree serlo. La felicidad es la felicidad de pensar en la
felicidad”.
Podemos cambiar nuestra suerte,
porque gestionamos nosotros mismos nuestra alegría o desgracia. Somos
constructores de paz, y también destructores.
Imaginemos que tenemos una
especie de personita interior que nos dice al oído cómo tenemos que sentirnos.
Esa personita nos puede llevar a un extremo de alegría o a un pozo de tristeza,
estamos en sus manos. Ella se fija en lo-que-debe-ser, en las costumbres
heredadas, en los prejuicios adquiridos, en el-qué-dirán, en los patrones
aprendidos que pasan a ser los correctos, y te dicen cómo debes comportarte en
cada momento, y también te llevan a mirar con desconfianza a aquellos que no
actúan según ese patrón.
Ese yo egoistón y quejumbroso es
el que manda y dirige nuestros actos, siempre que le dejamos.
Pero existe otro yo completamente
diferente, al que a veces tenemos amordazado y sepultado. Si a uno le he
llamado “personita”, al otro le voy a llamar: “yo-soy-libre”.
Yo-soy-libre, como su mismo
nombre indica, es la libertad en persona, y también vive conmigo, aunque no
siempre lo utilice. No depende de condicionamientos ni de costumbres adquiridas,
puede crear mundos nuevos en cada instante, imagina siempre motivos de unión y alegría,
y está dispuesto a buscar el lado bueno de todo cuanto sucede, porque en él no
manda lo que siempre se ha dicho o lo que todo el mundo piensa, es decir, “pasa”
de las etiquetas que encasillan, encorsetan, y matan el ser libre.
Como ya he dicho, yo-soy-libre es
atrevido. y está al servicio de los demás, nunca pretende avasallar, imponer la
razón, salir victorioso en las relaciones.
Podemos conformarnos con escuchar
a nuestra personita temerosa, que se vuelve autoritaria para contrarrestar sus
temores. Es el camino más fácil porque es el de “lo que siempre se ha hecho”.
Podemos, por otra parte, elegir y
cuidar y trabajar el camino de la libertad.
La conclusión es que somos
libres, con nuestro pensamiento creamos nuestra infelicidad y por el contrario,
tenemos a mano la felicidad cuando pensamos que nos pertenece.
O sea, que todo es cuestión del
punto de vista que tomemos, como decía Buda: “somos lo que pensamos y con nuestro
pensamiento cambiamos el mundo”.
Vigila de cerca lo que piensas,
porque te va a llevar a vivir de una u otra manera.
2 comentarios:
Conchi me ha gustado, ya me dices cómo se hace para elegir al Yo-libre y dejar de lado a la personita. Un abrazo, Ana.
. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA
Cada señalización luminosa es un acto de conciencia
Ejemplo:
Ceder el paso a un peatón.
Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.
Poner un intermitente
Cada vez que cedes el paso a un peatón
o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.
Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.
Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.
Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años
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