miércoles, 7 de agosto de 2013

Vida y sacramentos



Ha caído en mis manos un librito de Leonardo Boff titulado “Los sacramentos de la vida”, editado por los años 80.
Me ha encantado porque me ha enseñado de forma sencilla y fácil lo que son sacramentos.
Empieza por decir que el mundo es sacramento de Dios porque todo es vehículo de su gracia.
Lo cotidiano está lleno de sacramentos: los objetos, la casa, la mesa donde trabajamos, el vaso que siempre preferimos para beber, los recuerdos de los seres que ya marcharon ¡y los que permanecen a nuestro lado!
Hay un punto en que las cosas dejan de ser cosas, y empiezan a interactuar con nosotros. Él habla del sacramento del vaso, de la casa, de la vela, de la historia de la vida, de la colilla de cigarro (que fue la última que fumó su padre). Aterriza en el corazón de las cosas corrientes, que es donde suceden las señales que son indicadoras del camino.
Yo tengo un lugar sacramental especial, es la habitación repleta de libros, con una mesa grande de madera, con el ordenador donde escribo, es el sitio en el que leo, busco, escucho, libro mis batallas más íntimas, y me uno a la oración del universo. Es mi lugar preferido, que lo tomé prestado de mi marido cuando él murió, donde pongo fotos y enciendo velas, es un lugar sagrado donde él se encontró con el misterio de su vida y donde dejó retazos de esperanzas que se entremezclan con las mías. Es un espacio cargado de buena energía, de búsqueda humana, de oraciones y humilde entrega.
Y donde siento la bendición divina, porque ahí es donde me dicta al corazón lo que escribo.
Estas paredes, estas estanterías con libros, esta mesa y sillas me ven todos los días buscar, con ilusión y entusiasmo, el sentido del sacramento de la existencia. Y me ayudan. Han dejado de ser cosas, y me hablan. Son sacramentos. Significan Dios en mi historia. Donde se experimentan las cosas más sencillas, allí se experimenta a Dios.
El pensamiento sacramental hace que los caminos que andamos, las montañas que vemos, los ríos y paisajes cercanos, las personas que crean nuestra convivencia, no sean simplemente personas, casas, ríos, montañas y caminos como otros del mundo entero. Son únicos e inigualables. Son una parte de nosotros mismos.
Dice L. Boff que la casa paterna es más que un edificio de piedras, es la porción del mundo que se ha vuelto sacramental, humana, donde cada cosa tiene su lugar y su sentido, donde no hay nada extraño, donde todo es exactamente familiar.
“El sacramento abarca todo en la medida en que se abre el corazón”.
Tenemos a mano infinidad de sacramentos, de signos que nos hacen la vida más fácil y nos tocan el corazón.

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