Me da por pensar que este mismo
aire que yo respiro lo han respirado gente tan extraordinaria como Jesús de
Nazaret, Santa Teresa, San Francisco, Gandhi, Buda, San Agustín, Maestro
Eckhart, Tagore y tantos más. Me da por pensar que la misma brisa que acarició
su piel, acaricia la mía, y que las nubes se entretenían en hacer las mismas
formas caprichosas que hacen para mí. Los días despejados o los de tormenta
eran exactamente iguales a los míos. Y su corazón ardía de amor y de esperanza como
el mío.
Me gusta que ellos y yo hayamos
pisado la misma tierra, hayamos sido acompañados por la misma naturaleza, el
mismo sol, los mismos ciclos lunares, la misma fuente que mana, y hayamos
compartido los mismos anhelos humanos y divinos y el mismo milagro de la
existencia.
Pensar todo esto me llena de
alegría.
Hay personas extraordinarias en
el mundo, no solo las que acabo de nombrar, la mayoría son personas anónimas,
tan solo conocidas por los más cercanos. Que nos enseñan a ver el sentido
profundo del vivir. Yo hago colección de esas personas. Con esto quiero decir
que tengo mi radar bien dispuesto para captar la energía buena que circula por
este planeta, y me llenan de emoción todos los gestos de ternura que me hacen
ver la grandeza de haber nacido.
El mismo cielo que me acompaña a
mí, acompañó a todas esas grandes personas y a tantos seres desconocidos que
trabajan para mejorar nuestro mundo. Las mismas, o parecidas dificultades,
rodean a todo ser humano que nace.
Soy afortunada por haber nacido
aquí y formar parte de la familia humana.
Todos somos constructores,
creadores de paz, y a la vez todos tenemos nuestras imperfecciones, esos
grandes santos también. Que se les haya puesto el “san” delante no quiere decir
que hayan sido perfectos, si así fuera no serían humanos. Lo que marca la
diferencia es que ellos han puesto sus ojos en esa Presencia Amada, le han
dedicado su atención y servicio y, sobre todo, se han dejado querer y han
comunicado amor con su palabra y con su vida.
Me da por pensar que soy una de
ellos. Porque me siento cargada de defectos, y a la vez amada y privilegiada.
Porque soy una milagrosa manifestación del Único Santo, y participo de su misma
naturaleza. Porque se me ha dado un corazón para cantar y unas entrañas de paz.
Porque mi Padre y yo somos uno.
1 comentario:
A mi también me da por pensar que es el mismo cielo el que nos cobija y eso me hace feliz.
Te quiero mamá.
Publicar un comentario