domingo, 13 de diciembre de 2009

El amor



“No hay que preocuparse, Dios no es más que amor.” (Fernando)

Toda práctica espiritual tiene como meta el amor. Sólo quien ama es capaz de comunicarse. Estamos interrelacionados con todo desde nuestra naturaleza de amor.
Cuánta insistencia en que amemos, en la Biblia y en todos los textos de espiritualidad.
Tenéis una deuda de amor unos con otros.” Rom. 13, 8
Cuántas veces, Jesús nos insiste, “ama a tu prójimo como a ti mismo.”
Tenemos que devolver lo que hemos recibido, no impedir el amor, dejarlo entrar con la respiración y pasar por nuestras arterias y por nuestros poros, darle nuestro apoyo y dedicación y dejarle un hueco principal en nuestra vida.

Si pudiéramos grabarlo a fuego en nuestros horarios, quehaceres, trabajos, disgustos y sinsabores: he venido para amar.
Si pudiéramos llevarlo impreso en nuestra piel: yo amo porque mi único dueño es el amor.
Si pudiéramos revestirnos de él cuando el día empieza, y cuando andamos desorientados y a ciegas.

Vamos a fiarnos de la voluntad amorosa que dirige el universo. Aunque las apariencias sean desastrosas, aunque el camino parezca lleno de curvas y desvíos, aunque los baches nos hagan perder de vista nuestro horizonte, no olvidemos que el amor nos lleva de la mano. Siempre.

Sigamos el sabio consejo de Tácito, historiador romano, nacido en el año 55: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor.”

Todo lo que nos sucede está dentro del plan del amor preparado para nosotros desde el principio de los tiempos.
El amor nos rodea y nos atraviesa, en forma de vida, de aire, de luz y de oscuridad. En todas las situaciones. En forma de paz.

Me uno a las palabras de Teilhard de Chardin: “Me tocas Señor… ¿Qué podría hacer yo para acoger este abrazo envolvente? ¿Qué para responder a este beso universal?”

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