
¿Y si le llamamos armonía?
Armonía de los contrarios, de los opuestos,
de lo guapo con lo feo,
de lo grande y lo pequeño,
de las galaxias que cuidan a sus estrellas,
y del universo de dentro.
De las manos que se entrelazan,
armonía en la esperanza
y en las esperas más largas,
en los encuentros y en los colores,
en los paisajes,
en la fuerza de la hierba
y de las flores.
La armonía de lo creado,
de lo que es nuevo y lo que murió,
los ya repetidos pasos
y las risas que se suceden con los llantos.
¿Y si le quitamos la etiqueta Dios
y le volvemos a bautizar
como armonía del corazón?
¿Y si borramos los mundos
que no nos sirven?
Y jugamos a crear frases,
a poner calles
y ensamblar los adoquines
con la ternura tan necesaria,
a repartir risas como claveles.
¿Y si nos dedicamos a cambiar
nuestra mirada y a ser originales?
¿Y si dejamos por fin de mirar hacia la nada
y levantamos los ojos hacia la vida
que sólo ama?
No hay comentarios:
Publicar un comentario