miércoles, 17 de septiembre de 2014

Aprendices de vida eterna



Quien no vive ahora la vida eterna que se despida de vivirla luego. (Ponticus).
Cuántas veces esperamos que cambien las cosas, que la situación mejore, que nuestra posición social sea diferente, que el puesto de trabajo sea definitivo, que los hijos se hagan mayores, que me pase esta crisis y tantas cosas más. Y mientras nuestra vida está en continua espera, el tren de la felicidad pasa, y no nos subimos a él.
Y si no solemos ver el instante presente como eterno es que no lo hemos intentado, pero lo podemos aprender, focalizando nuestra atención en ello. Todo requiere aprendizaje, la vida espiritual y la vida eterna, también.
Aprendices de vida eterna, me gusta la idea, suena muy bien. Qué bien que tengamos la intención de buscar, investigar y perfeccionarnos, qué bien que cada mañana la vida empiece de nuevo. El hoy eterno engloba todos nuestros hoy, también nuestras equivocaciones y debilidades.
Para nuestra formación en este tema, se trataría, como dice Geneviève Lanfranchi, de hacer una “auscultación cualitativa profunda” que nos lleva a elegir tal acto o tal actitud y no tal otra. Siempre tenemos que ver qué es lo que mejor nos sienta, qué está más acorde con la limpieza interior que pretendemos, con el objetivo de ser persona en profundidad, con la tarea de ayudar a nuestro planeta y a todos los seres humanos que lo habitan.
Y así ir transformándonos, modelándonos y haciéndonos a nosotros mismos. No nos sirve lo que nos tiene prisioneros de rigideces heredadas, ni lo que endurece nuestro corazón y nos hace ver adversarios en todas partes. Tenemos que construirnos un corazón nuevo, con el objetivo prioritario de ser felices, y hacer felices a los demás. Y olvidarnos del orgullo, el amor propio y el rencor. Fácil de decir, pero muy difícil de conseguir en numerosas ocasiones.
Prepararemos bien el terreno si tenemos el firme objetivo de disfrutar de esa vida eterna que ya está presente, si no nos desanimamos en las recaídas, dejamos todo lo que nos preocupa a un lado, y avanzamos libres y confiados.
Se puede cambiar. En cuanto cambiamos nosotros, transformamos el mundo. Y los efectos de esos cambios recorren la superficie de la tierra, son un bálsamo en medio del sufrimiento humano.
Los aprendices de eternidad estamos muy atentos al amor que nos envuelve y que es nuestra misma esencia. Podemos decir que “hemos elegido la mejor parte”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta, hormiguita.

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