domingo, 16 de junio de 2013

Nuestra piedra preciosa


“Hágase conforme a la fe que tenéis” (Mt 9, 29)

Nos sucede una cosa, si tenemos fe, y otra diferente, si no la tenemos. Es decir que podemos cambiar nuestras circunstancias cuando aportamos nuestro granito de confianza.

Si pones fe, te curas. Si actúas con fe, lo consigues. No es un componente intrascendente en nuestras decisiones, al contrario, es esencial.

Confiar es incluso más decisivo que actuar. La cita cambiaría si dijese: hágase conforme al esfuerzo que has puesto, al trabajo que has hecho. Pero no. La confianza es lo que marca la diferencia y nos pone todos los dones al alcance de la mano.

Si tú pones tu absoluta certeza en que algo positivo te va a ocurrir, con tu poderosa energía ya lo estás atrayendo hacia ti.

Somos energía. Somos posibilidad, potencia, fuerza. Vida. Transportamos en nosotros la piedra preciosa que se nos ha regalado, se nos ha depositado amorosamente, y ahora tenemos que ver qué es lo que hacemos con ella, es decir, qué le devolvemos a la vida.

Había unos ratoncillos que vivían en un islote, cuando llegaba el invierno pasaban hambre y frío. Uno de los ratones salió a buscar comida y se encontró una piedra preciosa, que era mágica porque daba luz y calor. La llevó a su cueva, allí acudieron los demás, y todos querían ir en busca de esos tesoros. El más sabio de ellos les dijo que la piedra era un regalo para ellos, y en el mismo sitio que la encontrasen tenían que depositar alguna ofrenda que demostrase su agradecimiento.

Los ratones somos nosotros, el islote es nuestra Tierra, la piedra preciosa es nuestra Vida, el invierno son todos los momentos de prueba por los que pasamos.

En el momento en que nos damos cuenta del precioso regalo que tenemos en las manos, de algún modo tenemos que expresar nuestro agradecimiento.

Lo que nosotros le devolvemos a la vida, nunca puede ser del mismo valor que lo que hemos recibido pero está bien que nos pongamos a pensar en esos pequeños detalles que son nuestra ofrenda y que los depositemos justo en el lugar que ocupamos.

Yo, ahora, voy a depositar una pequeña ofrenda en forma de oración: Señor, aquí está este ratoncillo, que soy yo, con esta piedra preciosa en la mano, que quiere humildemente decirte: gracias.

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