Vamos a ponernos en camino, una vez más,
con todos los que peregrinan a nuestro lado, todos los que luchan, colaboran, buscan y se entusiasman, con
aquellos que escuchan en su corazón esa llamada sin voz, que es una caricia del
mismo amor que les habita.
Vamos a unir nuestras manos y nuestras
fuerzas, conscientemente, porque, con palabras de Luis Amigó: “¿Qué otra cosa podrá importarle más al
hombre que tener un perfecto conocimiento del Ser Supremo, corresponder a la
dulzura de su amor, conocer su voluntad y amoldar a ella todos los actos de su
vida?”
Unamos nuestra voluntad a la de todos
los hombres y mujeres de la tierra para que nuestro fin sea construir nuestra
paz interior, y así, entre todos, juntando nuestros espacios de paz, hagamos
posible la armonía del universo.
Y nadie se crea superior, porque todo se
nos da, y el que carece de algo también es por disposición de Dios.
Las grandes personas tienen esa
intuición del sentido de la vida como servicio de amor, como entrega y agradecimiento.
Buscan la justicia y la honradez “como un manantial inagotable”. Y con su vida
y con su obra nos impulsan a todos a ser mejores personas y a buscar lo
esencial, que es ser sabedores del amor que es nuestra vida y corresponder con
ella a la ternura del Padre/Madre Dios.
Tenemos nuestras jornadas para escuchar
los mensajes divinos que nos llegan a través de nuestros hermanos, todo forma
parte de su obra, de su voluntad. Somos sus hijos queridos, preferidos,
mimados, consentidos. Tenemos un Padre de bondad, un Espíritu guía y amigo, y a
Jesús que es nuestro Maestro y modelo. Con esa ayuda vamos a ponernos en camino
una vez más, vamos a gritar al mundo que en nuestras pequeñas vidas habita la
Vida con mayúsculas, vamos a comunicarles que nuestra alegría es la Alegría de
un universo agradecido y enamorado de su Creador.
Y para ello vamos a dar gracias por la
fe. Tan importante porque la fe es la ayuda, las gafas que se nos dan para ver
en la oscuridad. Gracias a ese don de la fe podemos decir: Padre, Maestro,
Amigo. Podemos ser buscadores y enamorarnos de las estrellas, de los
amaneceres, de todos los seres creados, porque son el reflejo de Alguien que
nos ha llamado por nuestro nombre y nos defiende con su Amor y con su Sabiduría
única.
La fe se expresa en el amor. Que a
través de nosotros también se manifieste el amor de Dios, somos sus ojos para
contemplar, sus manos para ayudar, sus pies para acudir a nuestros hermanos
necesitados, su corazón para llevar a cabo su plan de amor sobre esta tierra.
Por eso comuniquemos nuestra fe y
nuestra decisión de amar al mundo entero, para que este se convierta en una
llama encendida, en un grito de alabanza. Y para que nuestra existencia sea una
acción de gracias cada momento del día.
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