miércoles, 24 de abril de 2013

Cambiar la percepción


“Si todo lo que vivo y veo no me sorprende es porque, mientras emerge, o antes incluso de que lo haga, lo he sometido a un prejuicio o esquema mental, imposibilitando de este modo que despliegue ante mí todo su potencial.”  (Pablo d´Ors).

En mi casa tengo una planta a la que le está naciendo una hoja. Es una maravilla ese nacimiento. Es una planta de hojas muy grandes. He mirado en Internet, se llama “Monstera deliciosa”: tallo grueso, hojas grandes (25 a 90 cm de largo), en forma acorazonada, con agujeros.

Cuando en la hoja madre comienza a apuntar el nacimiento de la hija, empiezo a alegrarme. El alumbramiento dura muchos días, se va desprendiendo muy lentamente del tallo materno, va desplegando la hoja, que es enorme. Tiene un color verde clarito, en contraste con toda la planta, tiene la dulzura y el tacto de los bebés, es vida creciendo, recién estrenada. Es fuerza increíble, que se transmite a través de los siglos. Es belleza en estado puro.

Yo la mimo. Le digo lo bonita que es, le doy los buenos días, y cuando entro en casa, voy a verla.

La bella hoja “despliega ante mí todo su potencial, y me sorprende todos los días”. Así tendría que ser con todo lo que nos sucede: percibir lo que parece rutina como extraordinario. Cambiar nuestra percepción de las cosas, ahí está el secreto. Eso, como todo, hay que trabajarlo.

Nuestros sentidos, el milagro de nuestro cuerpo: hay que trabajar la percepción y la aceptación de nosotros mismos tal como somos, y de la vida tal como sucede. Si hay belleza en la planta que nace, cuánta más en nosotros que le damos consciencia a ese nacimiento.

Lo que pasa es que no aceptamos “lo malo” en nuestras vidas, nos hundimos con los fracasos, nos deprimimos con las enfermedades y de la muerte no queremos ni hablar, porque nos asusta.

Cuánta gente conozco que cree en Dios hasta que se le muere alguien, o le sale mal un negocio, o su hijo se pone enfermo. Entonces le retira su confianza a Dios, porque no ha escuchado sus ruegos de que todo le vaya bien en esta vida. Esto sucede así, nos hemos fabricado un Dios a nuestra medida, y le pedimos cuentas, y lo ponemos y lo quitamos a nuestro antojo.

Es una maravilla nuestra vida, es un milagro continuado. Estamos en las mejores manos, sentir esto es fundamental para apreciar cada momento, para saborear cada hoja que nace y muere, y cantar el alumbramiento de nuestra ilusión aun en medio de todas las dificultades que quieren taparnos la luz sin conseguirlo, porque la Sabiduría está de nuestra parte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De nuevo, ¡Qué preciosidad! Realmente la vida es un milagro.

Te quiero mamá.

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