domingo, 21 de abril de 2013

Un cielo nuevo


Isaías 65, 17: “Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Llenaos de alegría para siempre por lo que voy a crear.”

El cielo y la tierra ya están creados, qué significan estas palabras. Algo extraordinario nos tiene que suceder, ese es el significado del anuncio que nos hace Isaías.

Algo por lo que nos parecerá que habitamos otro planeta: una tierra diferente, un cielo nuevo.

Cada uno en su interior puede ser ya habitante de ese otro cielo y tierra. Y en qué se nos tiene que notar que vivimos en diferente sitio, básicamente en la alegría, y en el amor a todo lo que nos rodea.

Si se nos ha creado un cielo y una tierra, no podemos permanecer indiferentes, fríos, distantes. Como mínimo tenemos que estar maravillados por ese milagro en nuestras vidas, emocionados de lo que eso significa, entusiasmados por comunicar, transmitir lo que vemos y experimentamos.

Toda la creación pasa por nuestro pequeño corazón para encontrar su razón de ser.

Esa tierra recién creada es nuestro propio barro haciéndose consciencia de su pequeñez y de la grandeza que lo habita.

Y con esta increíble noticia comenzamos de nuevo a caminar, sobre una tierra que ya no es la misma que antes, bajo un cielo que ya no está sobre nuestras cabezas sino en nuestro interior más dichoso.

Porque ante ese anuncio solo nos cabe llenarnos de alegría, de humildad y aceptación.

Y tengamos buen cuidado con lo que sale de nuestros labios, con lo que sembramos, con lo que planeamos, con lo que deseamos. Para caminar en nuestra nueva tierra necesitamos buena siembra, buenas palabras, buenos proyectos. Nuestras semillas ya no serán nuestras sino de la misma vida que se abre camino a pesar de nuestros impedimentos y torpezas.

Estemos tranquilos, nada podemos estropear en el espacio divino. No tengamos miedo.

Al igual que el bebé da sus primeros pasos ante la mirada amorosa y vigilante de sus padres, nosotros caminamos en esta tierra inexplorada con una supervisión infinitamente superior. Si ponemos nuestra confianza en esos brazos que nos rodean para sostenernos en nuestras caídas, nada nos puede pasar.

No fijemos la atención en los problemas sino en las ayudas que recibimos. No nos quedemos en el dolor sino en ese sol que vemos a través de las lágrimas y que nos anuncia un nuevo día.

Y aceptemos el regalo de ese cielo nuevo y esa tierra nueva. Y comencemos a ser habitantes amorosos, entrañables, alegres, comunicativos, hermanos de sus hermanos, amigos del universo.

 

Youtube: “Reflexión: Correr la carrera de la fe”. Es un impresionante testimonio de estar atentos a quien nos ayuda y nos sostiene en los peores momentos.

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