miércoles, 17 de abril de 2013

La belleza 2


He escrito en otras ocasiones sobre la belleza, pero cuando un amigo me ha subrayado que la belleza es importante para mí, mi fuente interior me ha avisado que tenía algo más que decir en torno a este tema.

Básicamente experimento la vida como belleza. Es la sensación predominante dentro de mí, ya que todas las cosas importantes son belleza: el amor, la bondad, la compasión, el esfuerzo, la creatividad, la aceptación.

Me quedé asombrada cuando leí el otro día que el sol que nos alumbra tiene las exactas cualidades para que podamos existir: si hubiera sido una millonésima parte más grande o más pequeño, hubiera sido imposible la vida. La conciencia de un sol diseñado al milímetro para nosotros es belleza.

Una cosa es cargar con la vida y otra bien diferente aceptar conscientemente y con buen talante lo que te venga, sea lo que sea. Cuando pones conciencia y aceptación en lo que te sucede, encuentras lo mejor de ti mismo, y ves que aun en medio de problemas y dificultades, tienes ganas de agradecer: eso es belleza.

El cariño que nos sale de dentro, es lo que nos une al resto de los humanos. Con los seres más queridos lo tenemos bastante claro. También cualquier desconocido, cualquier encuentro casual puede sacar de nosotros esa energía positiva, para ello tenemos que rellenar nuestros depósitos de buenas intenciones, buenos pensamientos, buen hacer. Sin duda, cuando damos y recibimos amor sentimos plenamente la belleza.

Tengo la sensación de que me podría pasar un tiempo infinito hablando de la belleza, porque la siento, es de lo que mi corazón está lleno. Es lo que une todas mis células y les da un sentido, un motivo para existir, una esperanza y una realidad.

La belleza es armonía y perfección, y a la vez es lo que integra, enmarca y da sentido a mi debilidad, mi imperfección, mi ignorancia.

Una leyenda japonesa dice que un monje estaba esperando la visita de un abad que era experto en jardinería y tenía en su monasterio bellísimos jardines. El monje durante un tiempo se dedicó a diseñar con extremo cuidado su jardín hasta que estuvo perfecto. Pero cuando llegó el momento de la visita, vio que faltaba algo. Entonces movió uno de los cerezos y logró desprender la primera hoja del otoño, amarillenta y seca, que cayó en medio del brillo y la limpieza de la verde hierba. Ahora sí, la imperfección hacía falta para que el cuadro estuviese completo. Concluye la leyenda: ahora sí representaba al cosmos.

La belleza incluye lo defectuoso y débil, que también constituye nuestra esencia.

Yo soy esa hoja amarillenta y seca sobre una preciosa hierba. Y desde ahí celebro la belleza de la creación.

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