“Si
todo lo que vivo y veo no me sorprende es porque, mientras emerge, o antes
incluso de que lo haga, lo he sometido a un prejuicio o esquema mental,
imposibilitando de este modo que despliegue ante mí todo su potencial.” (Pablo
d´Ors).
En mi casa tengo una planta a la que le
está naciendo una hoja. Es una maravilla ese nacimiento. Es una planta de hojas
muy grandes. He mirado en Internet, se llama “Monstera deliciosa”: tallo
grueso, hojas grandes (25 a 90 cm de largo), en forma acorazonada, con
agujeros.
Cuando en la hoja madre comienza a
apuntar el nacimiento de la hija, empiezo a alegrarme. El alumbramiento dura
muchos días, se va desprendiendo muy lentamente del tallo materno, va
desplegando la hoja, que es enorme. Tiene un color verde clarito, en contraste
con toda la planta, tiene la dulzura y el tacto de los bebés, es vida
creciendo, recién estrenada. Es fuerza increíble, que se transmite a través de
los siglos. Es belleza en estado puro.
Yo la mimo. Le digo lo bonita que es, le
doy los buenos días, y cuando entro en casa, voy a verla.
La bella hoja “despliega ante mí todo su
potencial, y me sorprende todos los días”. Así tendría que ser con todo lo que
nos sucede: percibir lo que parece rutina como extraordinario. Cambiar nuestra
percepción de las cosas, ahí está el secreto. Eso, como todo, hay que
trabajarlo.
Nuestros sentidos, el milagro de nuestro
cuerpo: hay que trabajar la percepción y la aceptación de nosotros mismos tal
como somos, y de la vida tal como sucede. Si hay belleza en la planta que nace,
cuánta más en nosotros que le damos consciencia a ese nacimiento.
Lo que pasa es que no aceptamos “lo
malo” en nuestras vidas, nos hundimos con los fracasos, nos deprimimos con las
enfermedades y de la muerte no queremos ni hablar, porque nos asusta.
Cuánta gente conozco que cree en Dios
hasta que se le muere alguien, o le sale mal un negocio, o su hijo se pone
enfermo. Entonces le retira su confianza a Dios, porque no ha escuchado sus
ruegos de que todo le vaya bien en esta vida. Esto sucede así, nos hemos
fabricado un Dios a nuestra medida, y le pedimos cuentas, y lo ponemos y lo quitamos
a nuestro antojo.
Es una maravilla nuestra vida, es un
milagro continuado. Estamos en las mejores manos, sentir esto es fundamental
para apreciar cada momento, para saborear cada hoja que nace y muere, y cantar
el alumbramiento de nuestra ilusión aun en medio de todas las dificultades que
quieren taparnos la luz sin conseguirlo, porque la Sabiduría está de nuestra
parte.
1 comentario:
De nuevo, ¡Qué preciosidad! Realmente la vida es un milagro.
Te quiero mamá.
Publicar un comentario