domingo, 24 de marzo de 2013

Hay que ayudar


Hay que “mojarse”, implicarse, enredarse a fondo en esta aventura nuestra. Hay que ayudar. Abrir los ojos a tantas necesidades que hay a nuestro alrededor y dar nuestro tiempo, dedicación, ilusión, esfuerzo. También alimentos y dinero. Sí, también dinero.

Suelo preguntar por su situación económica a los chicos y chicas inmigrantes, los amigos más necesitados que vienen a mi casa. Solo cuando les pregunto me cuentan los problemas de alquileres, facturas, incluso de faltarles la comida necesaria.

Muchos conocidos me dan alimentos, ropa, mantas, dinero, para que yo los reparta. Yo hago de intermediaria entre ellos y los más necesitados. Estos saben que si les falta comida o manta para el frío o dinero para pagar la renovación de los papeles, o para la vacuna del bebé, pueden pedirme a mí.

No temo que me engañe nadie, prefiero equivocarme dando, que dejar a una persona sin comer, por no fiarme yo.

Hablo de todo esto porque me sorprende que mucha gente esté dispuesta a desprenderse de muchas cosas, pero no de su dinero. “Con eso no se juega, eso es mío y solo mío”.

En nuestra sociedad con una grave crisis económica, mucha gente no tiene lo necesario para vivir. No hay trabajo, y las deudas y las facturas se van amontonando.

Ayer vino un chico a pedirme dinero para una multa que le habían puesto por no llevar billete en el metro.

Antes de ayer vino otro, no podía cocinar porque se le había acabado el gas butano.

No podemos pasar por la vida sin abrir los ojos al drama de tantas personas necesitadas de lo más básico.

No solo hay que dar sonrisas, consejos, abrazos, también nuestro dinero es necesario que circule, y que vaya a solucionar las necesidades más urgentes de los que la vida sitúa a nuestro lado.

Los que tenemos un sueldo todos los meses, por pequeño que sea, somos privilegiados, acordémonos de aquellos que no lo tienen, que malviven, y además se sienten mal por tener que andar mendigando lo que por derecho les corresponde: una vida digna, con casa, alimentos, atención médica, acceso a un trabajo, unos estudios, una formación.

Parece que está fuera de nuestro alcance solucionar los grandes problemas del mundo, pero eso no es cierto, porque sí que podemos atender las necesidades más urgentes de unas pocas personas, que vienen hasta nuestras puertas. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, y en ellos se nos pide la lección diaria de amor.

Así, con esos encuentros, de uno en uno, cambiamos el mundo, lo hacemos más habitable, más acogedor, más humano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta cuando dices que tú te fias, si él otro te engaña es cosa suya, porque no quieres quedarte con la sensación de que no diste porque no te fiaste. Y quiero hacerla mia. Igual que el proverbio en el que se ve al maestro que siempre habla bien a todo el mundo independientemente de si el otro también lo hace...

Tus palabras llevan a la reflexión, y eso es ¡tan sano!

Gracias mamá.

Te quiero

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