Mi libertad me sirve para amar. Para
desmarcarme del egoísmo, de la envidia, de los enfados, para no dejarme atrapar
por las malas caras.
Yo la utilizo ante cualquier problemilla: miro
el desasosiego que quiere dominarme, y elijo no alejarme de mi espacio de calma
sin el que ya no podría vivir. Pero esto no es una batalla aislada, una y otra
vez, continuamente, hay que elegir.
Mi libertad es preciosa, perfecta,
magnífica, adorable. Es la que me hace grande, la que me eleva sobre miserias y
pequeñeces.
Utilizando nuestra libertad nos construimos
como personas humanas y nos despertamos a la otra realidad, la que no ven
nuestros ojos, la que sentimos en lo hondo del corazón.
Tengamos compasión de los que no son
capaces de utilizarla, de los inconscientes, de los provocadores, de los que
solo se ven a sí mismos. Mirémosles con benevolencia. Enviemos hacia ellos
nuestros deseos de paz, es lo mejor que podemos hacer. Y sigamos nuestro
camino, siempre eligiendo amar, guiados por nuestra libertad.
Un personaje de una obra de Dickens se
cambia voluntariamente por otro a la hora de morir en la guillotina. En este
acto encuentra su motivo sublime para vivir y con un semblante sereno, apacible y profético, dice “Esto que hago es mejor, infinitamente mejor que cuanto he hecho en mi
vida”.
Esto es un ejemplo para ver hasta qué
extremo las personas podemos emplear nuestra libertad. Aunque no hace falta que
lleguemos hasta la guillotina, sí es necesario que vayamos eliminando nuestras
ganas de ser más que el otro, de querer imponer nuestra razón, nuestro punto de
vista.
Como le decía yo el otro día a una amiga:
“ya sé que tú lo hubieras hecho de otra manera, pero deja a los demás que se
equivoquen, que actúen según su propio criterio sin imponerles el tuyo, y sin
juzgar”.
Porque todos los caminos nos llevan a
nuestro destino, los errores también nos sirven. “Vaya a donde vaya a tu morada me dirijo” (Rumi). ¿Para qué
preocuparse? ¿Por qué querer cambiar a nadie?
Solo tenemos un terreno donde actuar, que
está dentro de nosotros, ahí utilicemos nuestra libertad para mejorarnos, para
guillotinar lo que nos quita la paz y sentirnos a gusto, y poder decir también:
“esto que hago es infinitamente mejor que cuanto he hecho en toda mi vida”.
1 comentario:
Enviar nuestro deseo de paz es lo mejor que podemos hacer.
Justo está mañana, eso he pedido en mi oración.
Nada es casual...
Te quiero mamá.
María.
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