domingo, 25 de marzo de 2012

Para ser testigos


Juan 8: “El que me ha enviado está conmigo, no me ha dejado solo”, no se ha alejado en ningún momento.
Aquieta tu corazón, y cuenta lo que ves a los demás, o a ti mismo. Aparta tus preocupaciones y saborea lo que hay detrás, eso que está en lo escondido, eso que da sentido a tus días, y que te mueve y te habita, porque es la misma “realidad que late en todo lo existente” (David Tacey)
No tenemos que demostrar nada a nadie, no tenemos que pasar un examen, no hay que ganar una carrera.
Se nos ha concedido ser testigos de algo. No tienes que hacer nada por tu cuenta, solo destapar el tesoro que tienes dentro, amordazado y enterrado bajo capas de ignorancia.
Para ser testigo tienes que posicionarte en tu propia vida, y mirar, descubrir, experimentar, saborear. Tu interior habitado te marca el camino a seguir, te guía.
Te animo a que cuentes lo que ves cuando te sientes infinitamente amado. Puede ser que opines diferente de los demás y te sientas del grupo de los “locos enamorados”, que no saben dar razón de su transformación/conversión.
Conviene que te expreses en profundidad, con tus temores y dudas incluidos. Cualquier expresión verdadera de tu persona es buena para ti. Es buena para todos.
Actuemos con inocencia, nunca con dobles intenciones. Busquemos con la ilusión de los niños. Y en los tropiezos, confiemos, “dichoso el que no pierde su confianza en mí”, dice Jesús.
No midamos lo divino con la vara humana. No pensemos que Dios es uno más de nosotros. Es completamente imposible de definir, porque es “otra cosa”, y a la vez es “todo”.
“El cariño de Dios es incondicional, está por encima de nuestros actos. A Dios no es que le dé lo mismo lo que hagamos pero, hagamos lo que hagamos, no puede no querernos, ni sentir rechazo, ni siquiera estar molesto. Su cariño por nosotros está a salvo de cualquier eventualidad, incluso de nuestro rechazo. Nos amará aunque lo despreciemos, nos querrá aunque le cerremos la puerta, permanecerá fiel a su amor aunque elijamos no amar”. (Alberto Reyes Pías)
Él nos ha elegido a nosotros, y nos ayudará hasta el infinito porque hemos brotado de su amor y somos criaturas suyas.

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