“Dios está en nosotros y no tiene más que una manera de manifestarse: transformándonos. No conoces a Dios si no le dejas obrar en ti. Jamás conocerás más Dios que aquel en el que tú te hayas convertido”. (Louis Évely)
Me impresiona eso de que jamás conoceré más Dios que aquel en el que yo me haya convertido.
Es necesario para mí dejarme modelar, dejarme obrar, como la arcilla en manos del alfarero.
Es importantísimo tener mis ojos atentos a todas las cosas, tal como están sucediendo, porque ahí hay una voluntad que no es la mía, hay alguien que está actuando en mí y a través de todas mis cosas.
Y además necesito una carga infinita de humildad para que todo el proceso de mi transformación sea verdadero, sin arrogancias, sin falsas compasiones ni superficialidades.
Demasiadas cosas para mis pobres fuerzas, si tuviera que ponerlo yo todo. Pero no es así. A mí se me da. Se me da Dios o cualquier sinónimo que se quiera poner: el Amor, la Bondad, la Compasión, la Paz.
Esas fuerzas divinas brotan en mi interior y en todos los corazones, como una fuente.
Mi trabajo está dentro de mí, acondicionar mi propio templo, cambiar mi actitud, poner amor donde no hay amor, como decía san Francisco.
Cuando le preguntaron a Amma cuál era el problema del mundo, ella contestó: “Ninguno. El problema está en nuestro interior”.
Luego continuó diciendo: “La gente habla de Dios, pero no practica a Dios, no siente a Dios en su interior. Dios, que es el amor, debe trabajar a través de nuestros ojos, de nuestras piernas, de nuestro corazón; a través de nuestros pensamientos y de nuestras acciones, y así acabaremos con todos los problemas y sufrimientos”.
De mil maneras, a diario, nos llegan los mensajes para que nos pongamos en marcha hacia nuestra transformación. Puedes ser consciente o no de esa llamada. Si te lo crees, mira de frente al que te busca y ponte en sus manos.
Como en el video de “El alfarero”, por imitación de nuestro maestro, aprendamos a comunicar nuestro aliento de vida y de amor en todo lo que hacemos.
No nos sintamos solos.
Me impresiona eso de que jamás conoceré más Dios que aquel en el que yo me haya convertido.
Es necesario para mí dejarme modelar, dejarme obrar, como la arcilla en manos del alfarero.
Es importantísimo tener mis ojos atentos a todas las cosas, tal como están sucediendo, porque ahí hay una voluntad que no es la mía, hay alguien que está actuando en mí y a través de todas mis cosas.
Y además necesito una carga infinita de humildad para que todo el proceso de mi transformación sea verdadero, sin arrogancias, sin falsas compasiones ni superficialidades.
Demasiadas cosas para mis pobres fuerzas, si tuviera que ponerlo yo todo. Pero no es así. A mí se me da. Se me da Dios o cualquier sinónimo que se quiera poner: el Amor, la Bondad, la Compasión, la Paz.
Esas fuerzas divinas brotan en mi interior y en todos los corazones, como una fuente.
Mi trabajo está dentro de mí, acondicionar mi propio templo, cambiar mi actitud, poner amor donde no hay amor, como decía san Francisco.
Cuando le preguntaron a Amma cuál era el problema del mundo, ella contestó: “Ninguno. El problema está en nuestro interior”.
Luego continuó diciendo: “La gente habla de Dios, pero no practica a Dios, no siente a Dios en su interior. Dios, que es el amor, debe trabajar a través de nuestros ojos, de nuestras piernas, de nuestro corazón; a través de nuestros pensamientos y de nuestras acciones, y así acabaremos con todos los problemas y sufrimientos”.
De mil maneras, a diario, nos llegan los mensajes para que nos pongamos en marcha hacia nuestra transformación. Puedes ser consciente o no de esa llamada. Si te lo crees, mira de frente al que te busca y ponte en sus manos.
Como en el video de “El alfarero”, por imitación de nuestro maestro, aprendamos a comunicar nuestro aliento de vida y de amor en todo lo que hacemos.
No nos sintamos solos.
1 comentario:
"Jamás conocerás más Dios que aquel en el que tú te hayas convertido."
Cita tan impactante como preciosa.
Te quiero mamá.
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