Hace pocas semanas me llamó un chico africano “sin papeles”, desde un centro de internamiento. La policía le había encerrado ahí por no tener su documentación en regla.
Él me dijo que necesitaba un abogado y me pedía ayuda. Yo en un primer momento pensé que no podía hacer nada porque no conocía a nadie dedicado a eso. Luego se me ocurrió llamar a una amiga, voluntaria en diversas ONG. Esta, a su vez, comenzó a hacer otras llamadas. El resultado fue que tenía una amiga que conocía a otra amiga que era abogada, y precisamente entraba regularmente a ese centro y ayudaba gratuitamente a los chicos allí internos.
En ese centro los tienen 60 días, si no han podido reenviarlos a su país en ese tiempo, los sueltan.
Hoy me ha llamado Ibraima, es su nombre, me ha dicho que está libre, que mi amiga le buscó y le ha ayudado. No hace falta decirlo, estaba muy feliz.
Yo me he quedado sorprendida y una vez más admirada de cómo funciona la cadena del amor, en la que somos eslabones necesarios.
Al contarlo he hecho hincapié en que hemos sido mucha gente la que pasaba el nombre del chico por teléfono. Él me conoce a mí, me ha dado las gracias a mí y cree que la que le ha ayudado es mi amiga, pero no sabe que no la conozco. Que yo he sido uno de los tantos enlaces de que Dios se ha servido en su labor.
Así sucede siempre, hay una cadena de amor funcionando permanentemente, y en la que participamos. No nos damos cuenta del alcance de nuestros gestos de cariño, de cercanía, de ternura, de generosidad, de esfuerzo.
Es el mismo Amor el que nos utiliza para cantidad de tareas, de problemas que necesita ir resolviendo, somos sus soldados de a pie.
También puede suceder que cerremos las puertas a esas corrientes bienhechoras, y nos neguemos a colaborar, pero poco a poco la vida, que es sabia, nos cura de egoísmos y cerrazones personales, y nos hace participar en pequeñas o grandes cadenas, en ríos caudalosos o minúsculos regueros de amor.
Porque hay un mecanismo interno curativo, que funciona solo, no tenemos que hacer nada. Igual que el cuerpo humano tiene sus propios recursos para curar sus heridas, la vida tiene sabiduría suficiente para curar las múltiples heridas que provoca el desamor.
He dicho muchas veces que me encanta cambiar a Dios de nombre, ahora le acabo de llamar “mecanismo interno curativo”, quizá esa expresión aplicada a él estaba por descubrir, y yo la he dado a luz.
Lo que importa es que nos sirva para clarificarnos y tomar conciencia de que somos un precioso eslabón dentro de una cadena de amor.
1 comentario:
Me gusta, "mecanismo interno curativo". SI es que solo tú puede llamar así a Dios. Preciosa historia de la cadena del amor. Mil besos, hormiguita.
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