Louis Évely: “Cada uno de nosotros debe traer a Dios al mundo. Eso significa traerse a sí mismo al mundo. Dios tiene que nacer en este mundo y todos nosotros tenemos la abrumadora y desconcertante responsabilidad de ser el padre y la madre de Dios. Todo está ya en ti.”
¡Qué belleza la de estas palabras! Alumbrar a Dios, al que llevamos dentro. Alumbrarnos a nosotros, en el mismo parto.
Preparar este alumbramiento cotidiano es una actividad muy dichosa, y a la vez dolorosa y difícil. Tenemos que poner toda nuestra confianza en lo que hacemos, en lo que somos, no perder de vista el tesoro que se esconde en todos y en todo. Y echar continuamente fuera el lastre de las cosas que nos impiden acceder a nuestra calma personal.
Hay que comenzar teniendo las cosas claras. Cuando uno quiere conseguir algo, se pone en camino, y hace lo que se requiere en ese momento. Si quiero preparar oposiciones para obtener un trabajo, comienzo matriculándome en una academia, comprando los libros y estudiando. Eso es poner los medios. Si quiero preparar una buena comida, también, consultaré todas las recetas y preguntaré a mis amigas.
¿Y si quiero alumbrar a Dios? Busco primero en mi corazón si es eso lo que realmente quiero. Si mi corazón me grita “sí”, me pongo en marcha. Yo creo que debería empezar por ver qué han hecho otros, consultar libros, o en internet. Qué dicen los grandes santos: Gandhi, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Francisco de Asís, o también aquellas “personas especiales” que conocemos. Qué dice nuestro amigo Jesús.
Asombrosamente, todo lo que dicen ellos se parece muchísimo, todo se resume en una palabra: ama. Trata con cariño a todos, no hagas daño, confía y sé feliz porque el Dios al que estás dando a luz, te sostiene en tu gozoso alumbramiento.
También es necesario meditar, orar, serenarse, disfrutar de momentos tranquilos con uno mismo y con lo que nos rodea.
Nada me debe apartar de mi objetivo. Me puedo equivocar una y mil veces, pero eso no importa, siempre me levantaré de nuevo porque no es mi fuerza la que me guía sino la Fuerza única que existe y que me llevará hasta el fondo de mí misma, donde se realiza el parto más esperado: el que me trae la Luz.
Parece un doble alumbramiento, pero solo es uno: Dios se asoma a nuestra consciencia en el mismo momento en que nos descubrimos como seres humanos y a la vez divinos.
Y la creación entera lo celebra.
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