domingo, 9 de octubre de 2011

Desandar


Cuando leemos la Biblia, cuando escuchamos a los grandes santos y santas, vemos que tienen unas palabras clave que repiten una y otra vez: ama, confía.

El mensaje que nos llega es claro: beber en las fuentes de la confianza y aceptar ser llevado de la mano de la misma Vida. Si aceptamos esa presencia amorosa nos cambia la vida de arriba abajo, del revés al derecho.

Hay que reconocer que el ambiente que nos rodea no es el más adecuado: hay violencia, cerrazón, ignorancia. Pero ¿quiénes somos para juzgar cuándo es el momento propicio para cada cosa? Así como el médico viene para los enfermos, de la misma manera hay más presencia del auténtico sanador cuando más se le necesita.

Si no nos dedicásemos a organizar los problemas ajenos y sólo cuidásemos de limpiar nuestro corazón para recibir los regalos, las sorpresas de cada día, nos evitaríamos un sobreesfuerzo innecesario, el de arreglar el mundo, y tendríamos más fuerza para lo esencial: ser felices.

“Desanda, desaprende lo que crees conocer de él. Lava tus cuencos para que el alimento que hoy recibas tenga el sabor de sólo lo que hoy es. Desanda el camino hacia la sencillez, simplifica la vida. No aprisiones ni siquiera la idea que tienes de Dios, porque eso tampoco es él. Desanda las sendas gastadas, los caminos que no conducen a la vida, a la alegría, a la paz, a la libertad de espíritu. Devuelve las flores que cogiste por el camino, para poder oler las que hoy se te abrirán.” (Miguel Márquez Calle).

Comencemos a desandar lo que nos impide sentirnos bien, las dificultades que nos aprisionan y nos superan. Y también a desaprender lo que no nos hace vibrar, emocionarnos, sentirnos vivos.

Es una joyita el tiempo que se nos ha concedido, es una gozada, un instante de eternidad depositado en nuestras manos.

Es un espacio único el que habitamos, dentro del cosmos, en un universo diseñado con tal maestría que nos deja completamente maravillados.

Es un pedacito de conciencia la que se nos regala y de la que disfrutamos si sabemos valorar lo que tenemos. Para ello hay que desaprender todo lo negativo que hemos acumulado.

Tenemos muchas oportunidades para decir: “sí, quiero”. Quiero andar todas las sendas que me conducen a la alegría interior. Quiero sumergirme en el océano del misterio y del amor, sabiéndome y sintiéndome acompañado y guiado.

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