domingo, 4 de septiembre de 2011

Instrumentos de música



El Maestro de la música inmortal deposita en nuestras manos una vina (instrumento), reflejo de la suya, a fin de que aprendamos a interpretar nuestra propia partitura en unión con él. (Tagore)
Nuestra existencia es un instrumento de música, depositado en nuestras manos, al que tenemos que poner a punto para que la melodía universal pueda ser interpretada a través de él, para que no haya disonancias, notas que se salen de la armonía correcta.
Es un trabajo apasionante y a veces duro, pero contamos con el mejor director de orquesta, que está pendiente de nosotros, y nos da toda clase de ayudas, se las pidamos o no.
Nuestro sabio director sabe hasta dónde podemos llegar, y no nos va a pedir más, ni tampoco menos.
A veces nuestra melodía es tan sencilla como cerrar los ojos, dejar que se exprese nuestro corazón y contemplar.
No llevamos nosotros el peso de toda la orquesta, y si alguna vez pretendemos hacerlo, nos tensamos, nos sobrecargamos y por supuesto fracasamos estrepitosamente.
Sólo tenemos un instrumento: nuestra persona y ahí dentro es donde suenan nuestros acordes.
La melodía inmensa de la creación nos tiene en cuenta a nosotros, somos parte de ella, una línea de partitura necesaria para que la obra se complete.
Todas las veces que sentimos ganas de danzar, de vivir, de soñar y levantar los brazos al infinito, de saborear los encuentros y caminar con la vista puesta en los auténticos tesoros de la tierra.
Todas las veces en que nos sentimos parte de algo inmenso y misterioso, inasible para nosotros pero más real que nuestra propia realidad.
Todas las veces que nos sabemos errantes y peregrinos, y que participamos emocionados en la sinfonía universal, estamos interpretando a fondo nuestra partitura. Y nos sentimos unidos a nuestro director. Confiados, agradecidos.
Dice Rumí: “Cada una de mis fibras lleva la huella de mi Bienamado, por cada partícula de mi cuerpo habla el Bienamado. Yo soy como un arpa apoyada en su pecho. Y mi queja la producen los dedos del Bienamado.”
Con otras palabras: Alguien rasguea con sus dedos las cuerdas de nuestra vida y nos hace sacar lo más íntimo, lo más verdadero de nosotros. Y ésa es nuestra auténtica participación en la historia sagrada y es el sentido profundo del momento presente.


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