Si una persona aspira a mucho, recibe mucho. La intención que todo lo mueve ha puesto en nosotros en primer lugar el deseo, para que obtengamos luego aquello que deseamos.
No me estoy refiriendo a desear bienes materiales o perecederos, sino de los que de verdad importan, de los que no se deterioran, de los que traspasan con nosotros el umbral de la muerte.
Es bien seguro que los resultados van respondiendo a nuestras expectativas. Por eso se nos ha dicho: “Pedid y se os dará.” El que es ambicioso consigue más que el que es rácano en sus deseos.
Nos sorprenderíamos del poder que tenemos. Un poder sin duda milagroso. Si nos dirigimos a nuestro Ser íntimo y le pedimos algo: fe, sabiduría, confianza, visión. Sin duda nos lo concede. Y si le pedimos que nos conteste, que de algún modo nos dé una respuesta, la obtenemos. Cuántas veces al buscar en la Biblia encontramos las palabras que necesitamos.
Lo que pasa es que vamos inseguros y temerosos, dubitativos y acobardados, sin llegar a asimilar bien eso de que la Vida está a nuestro favor, para nosotros; de que somos príncipes y princesas, porque nuestro Padre es el Rey de la Creación, y somos la niña de sus ojos, sus hijitos adorados y mimados.
Cada día busquemos nuestro canto personal y enamorado, el que surge de nuestro interior y nos indica el camino y la meta, y nos pone en marcha por las mañanas.
Nada es intrascendente, todo ayuda a caminar, a desprendernos de lo que no necesitamos para llegar con las manos llenas sólo de lo esencial.
Por muy borrascoso que veamos el presente, por muchas decepciones que tengamos, no dudemos de que lo que necesitamos para nuestra realización personal, se nos dará. Porque como he dicho antes: somos hijos privilegiados, deseados, amados.
Dice Santa Teresa: “Dios hace mercedes para darse a conocer y provocar y alimentar el movimiento del hombre hacia él. Dios es amigo de dar, ganoso de hacer mucho por nosotros, amigo de que no pongan tasa a sus obras, necesitado de que las queramos recibir sus ayudas.”
Él es infinitamente más poderoso que cualquier circunstancia adversa. Por lo tanto no hay nada que se pueda interponer entre su acción amorosa y nosotros.
Si todo un Dios tiene ganas, sus criaturas estamos de enhorabuena, de fiesta.
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