Nos movemos en un espacio pequeño y frágil, en el que cuando movemos pieza y no sale como esperábamos, nos hundimos. Es grande el sufrimiento cuando creemos que todo depende de nuestras fuerzas tan limitadas.
Siempre nos queda por aprender el maravilloso poder de la aceptación y la entrega. Saber que ninguna circunstancia viene a atacarnos, si nosotros no le dejamos.
Somos nosotros mismos quienes ponemos las reglas, somos soberanos en nuestro espacio interior y podemos acoger lo que nos llega, siempre con el propósito de aprender, madurar, trabajarnos y seguir adelante.
Un corazón libre de heridas no existe. Como dice un relato que habla del corazón más hermoso, todos los corazones tienen desperfectos, cada cicatriz representa las personas a las que amamos, porque en nuestro corazón faltan trozos que hemos entregado a los demás, y lo que recibimos a veces no se amolda perfectamente al nuestro, y puede dar lugar a bordes, aristas y huecos. Dar amor es arriesgar. Así es como se aprende y se madura, con la aceptación plena y confiada de nuestro corazón imperfecto, lleno de fisuras y de remiendos.
Una vez asumida nuestra limitación, solo nos queda ponernos en manos de aquello que nos habita, nos trasciende y nos ama. El proceso de aprendizaje es tan largo como toda nuestra existencia, requiere constancia y un mínimo de cuidado, hasta llegar a descubrir que ya tenemos todo lo que necesitamos y que todo está preñado de luz y de vida verdadera. Tan solo tenemos que fiarnos.
1 comentario:
"En nuestro corazón faltan trozos
Los que damos a cada uno de los que amamos
Y los que recibimos a veces no se amoldan
Hay cicatrices, pero especialmente debe haber aceptación"
Madre mía, que preciosa enseñanza. Gracias Conchi
Publicar un comentario