En los aprendizajes básicos de la
vida, todos somos discípulos y todos somos maestros: aprendemos de otros,
enseñamos a otros. Todo sucede por transmisión directa.
Uno de esos aprendizajes básicos es
el espiritual, que engloba todas las acciones y todo el ser.
Por un contagio programado y
supervisado yo he abierto mi corazón a la búsqueda, a la contemplación y al
asombro, que son características plenamente espirituales.
Y puedo decir que esa actitud espiritual
es el pilar de mi vida. Si me falta, estoy vacía.
Dicen los salmos: “El Señor llevará a feliz término su acción
en mi favor.” “Por todas partes me has rodeado, tienes puesta tu mano sobre mí.”
Si me creo esto, entro en la confianza radical que necesito para vivir
esperanzada.
En el camino, dispongo de mí misma
para dar compañía, ternura, optimismo, aceptación. De esta manera, su Luz
alumbra todos mis espacios, todos mis encuentros. No importa si no siempre
consigo esta confianza. Tras cada retroceso, viene un avance. Y no tengo
ninguna duda de que “su acción siempre es en mi favor”, y como su poder amoroso
es infinito, su victoria es segura.
Su acción es la que cura mi ceguera
y mi ignorancia, me abre los ojos y me corrige, siempre que hace falta, es
decir, muchas veces.
Su acción en mi favor también es
fuente de inmenso sosiego, de dulce consuelo, de impulso agradecido en mi
interior.
Por eso hago mías esas palabras: “por todas partes me has rodeado, tienes
puesta tu mano sobre mí.”
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