“Cuentan que a un niño en el
bautismo le enseñaron lo sagrado.
Recibió una caracola:
Para que aprendas a amar el agua.
Abrieron la jaula de un pájaro
preso:
Para que aprendas a amar el aire.
Le dieron una flor:
Para que aprendas a amar la tierra.
Y también le dieron una
botellita cerrada:
No la abras nunca, para que
aprendas a amar el misterio.”
Lo sagrado nos llega a través del
agua, el aire, la tierra, el misterio. Todo conjugado con el verbo amar.
Amar lo que no conocemos, lo que es
imposible asimilar desde nuestro entendimiento y voluntad. Lo que nos ha traído
hasta aquí, y luego nos hará desaparecer, como el viento trae y lleva las hojas
cuando quiere.
Para amar estamos aquí. Y eso lo aprendemos
en el camino, nadie puede dudarlo. Cuando podemos echar la vista atrás lo vemos
claro. Todas las curvas del camino y los cambios de sentido, han sido por y
para algo. No para algo banal, sino decisivo. Nuestra propia historia nos
habla.
Esta vida eterna en la que nos
encontramos es la misma sabiduría, por qué no sumergirnos en ella sin tantos interrogantes,
ni dudas ni desesperaciones.
Todos estamos embarcados,
comprometidos, en la propia construcción. Todos nuestros pequeños planes y proyectos
forman parte de un Gran Proyecto de Amor y el alcance de cada mínima acción se
sitúa en ese misterio infinito que habitamos, representado por esa botellita cerrada,
a la que cada día aprendemos a amar, aun sin entender.
Dichosos somos cuando nos enteramos
de esto, porque ya no vivimos de la misma manera.
Aprender a amar el misterio divino
es el gran reto.
1 comentario:
Hola amiga, voy a necesitar que me expliques, algunas cosas no llego a entender. Gracias por estar ahí 💖
🙏
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