domingo, 7 de abril de 2019

Dos arroyos


Cuentan que había dos arroyos que se encontraron en el río, cada uno contó su experiencia. Uno había llevado aguas limpias, el otro barro y turbulencias. El río les habló: “Venid, venid, iremos hacia el corazón de nuestra madre: el mar. En mí olvidaréis vuestros caminos errantes, hayan sido tristes o alegres.”

No importa cómo hayan sido nuestros caminos, a todos nos aguarda el mismo horizonte de amor. También podemos ver que esos dos arroyos no son externos a nosotros, los llevamos dentro: fluctuamos de un extremo al otro. Construimos el Reino con nuestro día a día, y en nuestras jornadas hay de todo.

“Cualquier cosa que te preocupase cuando te levantaste esta mañana, olvídala. Qué importancia puede tener dentro del gran orden del universo. Haz las paces y sigue adelante.” Sigamos este sabio consejo de Ken Robinson. Haz las paces con todo lo que te toca vivir, carga amablemente con todo ello, lo mejor que puedas, y sigue adelante. Sin pedir muchas explicaciones, sin atormentarte innecesariamente, ni quedarte estancado en los problemas. Esto es fácil de decir, pero requiere un aprendizaje largo y apasionante, que seguramente dura toda la vida.

Pasamos por circunstancias de todo tipo, fáciles y menos fáciles, son los dos arroyos del relato. Pero vamos abocados a ese mar inmenso, de armonía perfecta y de amor sin límites. Donde las batallas quedarán atrás y los más bellos anhelos se cumplirán.

Si estamos atentos, ya escuchamos el sonido de ese mar en nuestro corazón, ya nos llega su aroma tan especial y nos acaricia la brisa de su bendición.

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