Si rezo, me siento bien, me sitúo
en la verdad de mi ser, en mi misma fragilidad, y desde ahí lanzo palabras y, a
veces, silencios.
La duda es si cuando rezo me
escucho a mí misma en un diálogo relajante y complaciente o intento escuchar la
única Palabra que se expresa en lo que está sucediéndome.
Es difícil, diría imposible, ese
diálogo criatura-Creador si no se parte de un radical abandono y
disponibilidad, de un “hágase”, sabiendo que su voluntad, y no puede haber
otra, siempre será lo mejor que me puede suceder. Dios es un Amor. Lo que nos
pasa es que está tan cerca, tan en todo, que resulta invisible a nuestros ojos,
y parece que juegue a que le descubramos. Nos sirve la imagen del pez que iba
buscando el océano y no lo encontraba.
“Ten
la convicción de que en todo momento y sin excepción él hará y está haciendo lo
que es mejor para ti”, dice el sabio
oriental. Sin excepción. Difícil
creer esto viendo el sufrimiento de tanta gente. Debemos vaciar la mente de
juicios, prejuicios y condicionamientos psicológicos. Es falso todo lo que nos
inquieta y nos angustia, y nos intenta apartar de la confianza absoluta. Habrá
quien tenga sus dudas respecto a esto, yo misma, en ocasiones.
Que nuestra oración no se convierta
en palabrería autocomplaciente sino en escucha y disponibilidad, para poder
estar atentos a los mensajes divinos y estar preparados para recibir las
bendiciones que nos llegan en cualquier situación que nos encontremos.
Buda: “No importa lo mal que parezca una situación… siempre tiene una
bendición escondida y es nuestro objetivo encontrarla.”
1 comentario:
Mensaje muy positivo
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