Ser sabia sencillamente para gozar de estar viva. Sabiendo que esto es un
tiempo fugaz y a la vez intenso, y que es preparación para la contemplación
definitiva de la luz que somos y en la que existimos.
Si somos capaces de tomar distancia de nuestras pequeñas y múltiples preocupaciones,
y observarlas amorosamente, quitaremos muchas tensiones, y nos sentiremos
mejor.
Ante los grandes interrogantes, el porqué y el paraqué de la vida, debemos
comenzar por aceptar nuestra ignorancia y dejarnos hacer por Aquel que sabe y
ama, y para eso tenemos que aprender confianza.
El objetivo principal de cada día es relajarnos, calmarnos, para poder
vivir de otra manera, desmarcándonos de esta carrera sin sentido en la que se
transforman nuestras jornadas. El nerviosismo no nos sirve. La sabiduría viene
cuando uno es capaz de aquietarse. En esa quietud está la auténtica persona.
Mucho me queda por recorrer, personalmente, pero no me preocupa, tengo un
Director Espiritual Divino, ese sí que es sabio, y además infinitamente tierno
y generoso.
Él me guía, yo no puedo dudar de él. Es un Ser que habita en lo más
profundo de mí, y siempre me pone en el camino de la sabiduría y además quiere
expresarse en lo que escribo.
Sé que cuando me he puesto en camino es porque ya he oído pronunciar mi
nombre y voy en busca de mi identidad verdadera, mi ser auténtico.
Cuando se pronuncia mi nombre, yo me pongo en marcha, no antes. La
iniciativa la tiene el mismo Amor, que me llama. Yo escucho su reclamo y me
convierto en peregrina ilusionada.
Esa es mi única sabiduría: saberme amada y responder a ese amor.
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