Leonardo Boff nos relata de un
modo original lo que es el tren de la gracia o de la bondad de Dios.
Dice que todos viajamos en ese
tren, tanto el que se da cuenta como el que no, tanto el que lo acepta como el
que lo rechaza.
Hagamos lo que hagamos, seamos
como seamos, el tren de la bondad divina nos lleva dentro, a nuestro destino.
Hay quien mira con curiosidad y agradecimiento por las ventanillas del tren,
otros reniegan y protestan de todo, o se
quieren cambiar de vagón, no aceptan el que les ha tocado.
También los hay que se pelean con
sus compañeros de vagón, y los que no ven el sentido a este viaje, pero el tren
de la bondad carga con todos.
Es una imagen preciosa la de ese
tren de la vida que nos lleva en sus entrañas amorosas, nos provee de lo que
necesitamos y nos da la oportunidad de disfrutar del viaje.
A los que están en mi
compartimento, a los cercanos, me gustaría transmitirles la alegría por este
viaje, el privilegio que supone haber sido amada, haber sido creada para amar,
y mi asombro ante el misterio de existir.
Me gustaría dentro del tren
trabajar por el buen entendimiento, la armonía y la alegría entre los que
viajamos juntos, para eso, procuraré no enfadarme con los que comparto travesía,
ni despreciar a nadie. Al contrario, recibiré a cada uno como verdaderos
maestros, enviados por mi único Maestro, que está pendiente de mí en este
curioso viaje.
Me sirve, y mucho, la imagen del
tren de la bondad divina, me ayuda a relajarme, y así disfrutar de los
paisajes, y de las relaciones en las que me veo metida. En todo veo una
intención amorosa, y las veces que no la veo, pues la pongo yo, porque en
ocasiones hay que poner en el mundo lo que piensas que le falta. “Sé tú mismo
el cambio que esperas ver en el mundo”. (Gandhi).
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